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Capítulo 1

ACLARACIÓN:

SAGA EXTASIS. este libro es el tercer título de la saga

LIBRO1: POSÉEME

LIBRO2: OBEDECE MIS REGLAS

LIBRO3: A SUS ÓRDENES, SEÑOR.

LIBRO 4: VAS A SER MÍA.

LIBRO 5: JEFE PERVERSO.

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Un año atrás.

-         ¡POR TI, MALDITO INFELIZ! – grita la morocha alzando a lo alto su séptimo trago.

Erika, nuevamente, había descubierto a su novio en una infidelidad y como siempre, sus disculpas no borrarían en lo absoluto el dolor que repetidamente le provoca.

¿Y por qué no se separa? Esa es una de las preguntas que no se cansa de escuchar. Lo cierto es que se siente muy enamorada para aceptar que él solo está jugando con sus sentimientos y que lo que alguna vez creyó sentir, no fue lo suficientemente profundo como para guardar fidelidad a su relación.

Érika y Ezequiel se conocieron luego de que Abril, su mejor amiga decidiera viajar a España junto a su hermana. Ambos eran compañeros de trabajo y fue solo verse por primera vez en la recepción de la empresa que sintieron una conexión fuerte el uno por el otro. Su primera cita acabo en la cama de un no tan lujoso hotel y aunque a ella le cueste aceptarlo, quién apostó a la relación desde un primer momento fue ella porque él siempre la engañó.

Esa noche decidió no quedarse en su casa llorando por lo que se fue a bailar para olvidarse de todo y de una vez ser capaz de sacarse a ese maldito cretino de la cabeza y de su corazón.

Le había insistido muchísimo a qué la acompañase su mejor amiga, pero con el tema de ella maternidad Abril estaba enclaustrada en su departamento de dos ambientes en Barracas. Al final, se fue sola a un antro en Puerto Madero y gracias a qué el de seguridad era íntimo amigo de su primo pudo pasar sin problemas. Una hora más tarde estaba pasada en alcohol y bailando como loca en medio de la pista.

Lo que ella no había notado, es que un hombre de unos treinta y tantos no dejaba de observarla mientras bebía un trago del vino más caro del lugar.

Sus caderas se movían de un lado al otro y aunque no lograba distinguir su rostro, aquel meneo lo seducía por completo.

Relamía sus labios una y otra vez deseando poder pasar su boca por su cuello y por sus no tan grandes senos, aunque perfectos que cabrían en toda la palma de sus manos.

De solo pensarse acariciándola podía sentir como su miembro comenzaba a reaccionar a aquel deseo y como si hubiera complicidad del destino, ella giró su cabeza hacia su lado encontrándose con su mirada.

En verdad Érika no podía ser del todo consciente de lo que su presencia le generaba a ese desconocido y por los efectos del alcohol tampoco podía pensar con claridad.

Se fue acercando intentando ser sexi y aunque su caminar realmente provocaría rizas a cualquiera, aquel desconocido la devoraba con sus ojos.

Ella llevaba algo parecido a un top color turquesa, que solo cubría sus pechos dejando al aire mucha piel de su torso. Una minifalda ajustada de color blanca que se subía un poco cuando meneaba sus caderas dejando a su vista una preciosa imagen de la curvatura de sus glúteos. Pero aunque estaba ebria maldecía el haberse puesto esa prenda.

Para los pies se decidió por unas no tan altas sandalias en color blanca y su cabello lo llevaba suelto y alborotado.

En cuanto llegó al sitio donde se encontraba aquel hombre, intento ser lo suficientemente femenina para sentarse junto a él, aunque casi se cae.

-         Lo siento. – se disculpa soltando alguna que otra carcajada por los nervios. - ¿Cómo te llamas? – intenta entablar una conversación, pero él solo podía mirar sus labios y la manera en la que ésta le coqueteaba moviendo su melena para un Aldo y para el otro. - ¿Tienes novia? – vuelve a preguntar pero de su parte no recibe respuesta. - ¡Oye! ¡¿Te han comido la lengua los ratones?!- pregunta molesta y como él no le dice nada ella se pone de pie pero al querer retirarse trastabilla y cae sobre el desconocido haciendo que éste la tomé por la cintura atrayendo la hacía su cuerpo y haciendo que quede sentada en su regazo, sintiendo perfectamente la erección del hombre. – Oh. – se le escapa un gemido de su boca al sentir su miembro contra su muslo derecho. – tienes un encendedor muy grande y muy duro. – Habla sin pensar, tan solo se sumerge en sus ojos azules.

-         ¿Se encuentra bien, señorita? – le pregunta sin dejar de sujetar su cintura.

-         Nunca estuve mejor. – contesta y abraza su cuello para hundir su cabeza entre la comisura de el y su hombro. – ahhh, mañana tendré una resaca de aquellas. – pronuncia en confianza sin ponerse a pensar en que se encuentra sentada y abrazada a un completo desconocido.

Aquel hombre que se había excitado con solo verla menear sus caderas imaginándola sobre su regazo, con su parte prohibida enterrada en ella no era otro que uno de los empresarios más poderosos en la industria del modelaje con un caudal de dinero de € 300.000.000. Si bien tenía su empresa en Italia, había arribado a Buenos Aires con la intención de participar en una asociación con quién fue un hito de la moda hace varios años atrás y que estaba interesado en ayudar a resurgir aquel imperio de la moda. Luna Modells.

Santiago Beltrán, un apuesto caballero de unos 38 años quien llevaba casado casi la mitad de su vida con una mujer que no sólo se había convertido en alguien superficial, materialista y desagradable sino que también estaba inculcando esas actitudes negativas en Sergio, su hijo de 17 años.

Bárbara Beltrán y él se conocieron en la universidad, cuando ambos estudiaban diseñadores de moda pero al quedar ella embarazada Santiago decidió, influenciado por su abuela y su madre, casarse con la joven y terminar su posgrado en administración de empresas, que había dejado a la mitad para incursar en el mundo de la moda.

Se amaron mucho los dos, pero cuando él abrió Natural Charm Models , y comenzó a ganar popularidad entre las grandes empresas, aparecer en los desfiles más importantes se convirtió al cabo de 3 años en una de las agencias más importantes. Los activos empezaron a crecer y ella a olvidarse de su esposo y su hijo.

Santiago no era el típico hombre rico que gasta sus millones en mujeres Y alcohol, porque a pesar de que muchos creyeran lo contrario Beltrán le era fiel a su esposa, aunque ya no la quisiera, no le faltaba el respeto, pero esa noche un par de tragos y una mujer desconocida le dieron vuelta a su mundo y con el, su ética y moral se fue al suelo.

Y allí estaba, en aquel antro bebiendo una copa lo más tranquilo hasta que, entre la muchedumbre la vio. Su outfit le llamó la atención y no pudo resistirse a recortarle con sus ojos y posarse en sus glúteos, que deseaba abrir para enterrar su miembro en el. Sus pechos que, si bien no eran de un gran tamaño podía sentir como se le hacia agua la boca por morder y lamerle esos pezones que claramente podía distinguir encima de la tela.

En cuanto la vio caminar hacia él, una parte suya quiso reír. Es que claramente lo hacía tambaleándose de un lado al otro, pero así mismo no podía dejar de verla sexi y con un inmenso deseo de follarla allí mismo delante de todos.

Cuando se cayó sobre sus piernas, fueron sus glúteos que golpearon con fuerza su miembro, que no se demoró en ponerse duro y desesperarse por penetrarla.

No podía hablar, aunque quisiera, estaba perdido en sus ojos claros y en la manera en la que sus labios se movían cerca suyo.

Lo más gracioso de la noche, fue su comentario sobre el “supuesto encendedor” y aún así no pudo evitar seguir mostrándose deseoso.

-         ¿Se encuentra bien, señorita? – vuelve a preguntar conteniendo su deseo de abrazar su cintura. – señorita. – insiste, pero ella sigue con su rostro hundido en su cuello.

-         Ummm.. – ese gemido en su oído hizo que se le erice la piel. – la vida es una porquería, mi vida es una basura. – lloriquea recordando que, nuevamente le rompieron el corazón.

Ella estaba cansada de siempre la misma idiota que todo perdonaba. Se cansó de que él le viera la cara de estúpida y que vuelva hacerlo una y otra vez sin piedad.

Erika estaba harta de ser siempre la engañada, esta vez quería ser ella quien lo haga, quería ser ella misma quien disfrute en otros brazos, quién bese otro cuerpo, otra boca y Santiago estaba justamente allí, listo para ser parte de su venganza. Una vendetta contra alguien a quien le importa un demonio si respira o no.

Sin vueltas comenzó a besar su cuello y aunque él moría por sucumbir a la tentación, la tomó de sus hombros y la separó. Ella no dijo nada y sin embargo se le quedó viendo con sus cabellos alborotados, sus mejillas rojas sus ojos completamente dilatados, sus labios hinchados y su pecho que subía y bajaba. Santiago se le quedó mirando y pensando sobre si definitivamente apartarla de sí, o bien tomarla entre sus brazos y sacarla de allí.

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