Read with BonusRead with Bonus

Capítulo 8

Cuando llegó a su casa, Erika la esperaba en la sala de estar. Conocía a su mejor amiga a la perfección como para saber que algo le sucedía y que no le dijo en absoluto. Eso de salir corriendo porque acababa de conseguir un trabajo no era algo normal, por lo que no la dejaría hacer nada hasta que no hablara con ella primero. Cuando escuchó el ruido de la cerradura, supo que Abril había llegado.

Cuando traspasó la puerta y la vio sentada con esa expresión en su rostro, supo que se venía el interrogatorio.

—No, por favor. —Extendió su mano y siguió directo a la cocina. Necesitaba beber algo de agua.

Erika la siguió detrás.

—Algo está pasando y quiero saberlo ya —demandó con firmeza. Abril solo pudo dar un fuerte respiro y voltearse a verla—. Contame ya —exigió su amiga.

—Amiga, estoy al borde del colapso.

Ella la miró de arriba abajo, y sí, algo le ocurría.

—Si te explicas un poco, te puedo entender. —Hizo movimientos con sus manos para que prosiguiera con el relato.

—Hace unos días tuve un accidente en la calle, por el cual perdí el trabajo de repartidora. —Erika asintió atenta a sus palabras y a la manera en que hablaba—. Ese hombre fue muy imbécil conmigo. En vez de pedirme perdón y fijarse que estuviera bien, solo le preocupó su maldito auto. —Hizo una pausa—. Cuando fui a cenar con Mauro, me lo encontré en el restaurante y tuvimos un evento desafortunado. Él se comportó… —le daba vergüenza decirlo, pero lo hizo enseguida. Necesitaba saber lo que Erika pensaba— vulgar, insinuándose. De hecho, el vestido me lo arruinó con vino él mismo…

Erika la interrumpió. —¡Que cerdo asqueroso!

Abril continuó su relato.

—No le dije nada, lo dejé pasar. Ayer, cuando fui a una de las entrevistas, resultó ser uno de los empleadores. Se volvió a insinuar y me ofreció un acuerdo a cambio de darme el dinero para la operación de Catalina. Luego… —Se detuvo, ya que necesitaba tomar aire. Habló lo suficientemente rápido como para que Erika le costara poder procesar todo lo que le había dicho.

—¿Qué te hizo ese depravado, Abril? —inquirió preocupada.

—Me tocó. —Su amiga se llevó la mano a la boca. Justo antes de que pudiera decirle algo, y continuó—. Me penetró con sus dedos. —Miró a todos lados y caminó de un lado a otro, incrédula de lo que iba a decir—. Me gustó.

Erika sintió que su amiga se volvió completamente loca.

—Mujer, estás mal. —Contuvo la risa—. ¿Y quién es? —curioseó porque en ese momento olvidó el pequeño detalle de con quién trabajaría desde la mañana siguiente en adelante.

—Santino Rivas.

Erika se ahogó con la saliva.

—¡Santino Rivas! Por Dios, ¿Santino Rivas te metió mano? —cuestionó excitada y entusiasmada—. Por Dios, que envidia me das, perra. —Hizo un gesto obsceno. Abril la miró con asco—. ¿Y qué acuerdo te ofreció?

—Ser una sumisa, la suya para ser clara.

Sus ojos se sorprendidos y negó con la cabeza.

—Vamos, esto es muy fuerte. Quiero que me cuentes todo. —Se dirigieron al cuarto que compartían—. Vamos, contáme todo —demandó entusiasmada, como un niño al que le compraban algo que pidió por mucho tiempo.

—¿Qué querés que te cuente?

—Todo, amiga. Todo. ¿Cómo te metió mano? ¿Te la mostró? Todo, y no omitas nada. Ya me estoy excitando —dijo sin pudor.

—¡Erika! —se quejó.

—Calláte. ¿Tenés idea de hace cuánto no le veo la cara a Dios? —Abril negó sorprendida—. Entonces no me juzgues. —Se rieron—. Pero ¿se la viste? —El silencio de su amiga lo dijo todo—. ¡Sos puta eh! ¿Y cómo la tiene?

Por un momento cerró los ojos para revivir aquel instante cuando la obligó a tocarlo.

—Grande y gruesa —contestó casi al borde del orgasmo—. Me espera mañana a las 8:00 a. m. para firmar el contrato laboral —comentó descansada.

—¿Y qué vas a hacer? —Abril guardó silencio—. Vas a decir que sí, supongo. —Ella no respondió nada—. ¿Tenés idea de cuántas mujeres mueren por estar en tu lugar? — Negó —. Yo tampoco, pero soy una de ellas. No seas tonta. — Guardaron silencio —. Pensá en todas las que desearíamos ser vos en este momento. Hazlo por todas y cogételo. Pensá que le harás un bien a la población femenina.

Sin embargo, había algo que su amiga olvidó.

— Erika, tengo novio.

Ella levantó las cejas.

— ¿Y? Vos y yo sabemos que Mauro es un idiota en la cama. Vos necesitas alguien que te deje suspirando por más. Así como te ves ahora él en un año y pico que llevan juntos no lo consiguió. Definitivamente, te hace falta una buena revolcada. Además, necesitas la plata para la operación. No te digo que aceptes ser su juguete sexual, pero sí que aceptes el trabajo.

Analizó la cuestión por unos minutos. Tenía razón.

—Tenés razón — dijo pensativa.

— ¿Que te lo tenés que coger? — Abril la miró, y ella comprendió que a eso no se refería — . Bueno, entonces a prepararse, que mañana a las 8:00 a. m. te espera ese imbécil pero excitante abogado.

Quizás ella tenía razón. Mauro no le generaba esa sensación de querer más de él en el cuerpo, en cambio, Santino sí. Quizá podría conocer de qué se trataba ese acuerdo y qué era lo que quería de ella, y decidir entonces si firmar o no. La realidad era que juntar la plata le llevaría mucho tiempo, y con él la tendría en un abrir y cerrar de ojos, pero ¿a cambio de qué? Eso de ser su esclava sexual le daba muchas ideas a su cabeza. No se imaginaba lo que de verdad le gustaba a él en el plano sexual y lo que debería hacer. Si ponía su cuerpo en sus manos, experimentaría mucho, y si no aceptaba, no podría imaginarse ni en diez vidas más lo que sería estar a merced de un hombre como él.

Previous ChapterNext Chapter