




Capítulo 4
Para Mauro era la primera vez que ella se comportaba de esa manera tan fogosa en la cama. Aunque a muchos hombres podría llegar a gustarles eso, para él se sentía muy incómodo. Sus besos eran salvajes y sus manos recorrían con desesperación su cuerpo. Eran movimientos torpes. Estaba deseosa porque le hiciera el amor de manera agresiva.
En su cabeza no dejaba de proyectarse la imagen de ese tipo, que desconocía hasta su nombre, pero que era capaz de encenderla como su novio no podía hacerlo.
—Tócame —le suplicó. Se sentó a horcajadas de su cuerpo y colocó ambas piernas a cada lado de sus caderas, haciendo contacto con sus partes íntimas.
Se sentía incómodo. Él no era ese tipo de hombre que esperaba que sea. Le gustaba hacer el amor con ella, besarla con delicadeza, tocarla con la dulzura que ella se merecía. Sin embargo, Abril solo quería que la tratara sin respeto, que la tomara tan duro que cada vez que su mente viajara hacia ese momento se le contrajera su deseo.
Sus labios comenzaron a bajar por su cuello al mismo tiempo que su mano se colaba por debajo de su pantalón. Se llevó una gran sorpresa.
—¿Y esto? —Su miembro estaba dormido. Era la primera vez que les pasaba, como también la primera vez que ella se comportaba de ese modo—. ¿Qué pasa, amor? —indagó preocupada.
—Es que así me incomoda.
Ella abrió grande los ojos. ¿Se lo decía en serio? Se sintió frustrada.
—Pero ¿amor?
Él la ayudó a incorporarse. No quería tener sexo, no así.
—No sé qué te pasa, pero te desconozco. —Ella se quedó pasmada y quiso que se explicara más, porque en verdad no comprendía su actitud—. Sabés que te amo, pero nunca te comportaste así, como si fueras una mujer de esas… —Ella rompió en carcajadas y él no comprendió por qué—. ¿Qué es lo gracioso? —indagó molesto.
—El problema que te estás haciendo. A veces en la pareja, en el sexo, uno necesita innovar. ¿Por qué no jugar a la fantasía de ser una mujer de la calle que vende su cuerpo? Y de la que compras un par de horas para que pueda hacerte lo que le órdenes. —Pero tampoco pudo convencerlo.
Puso los ojos en blanco e hizo como él quería.
Sinceramente, estaba muy molesta. ¿Lo quería? Claro que sí, pero eso no significaba que no pudieran probar otras cosas, jugar con el morbo de cada uno, y eso era lo que a él no le gustaba.
Cuando terminaron de hacer el amor, ella le dio la espalda para disponerse a dormir. No quería siquiera hablarle, ya que, pese a que tuvo relaciones sexuales con él, se sentía frustrada y todavía excitada.
Cuando se hizo la mañana, ella fingió que todo lo que sucedió la noche anterior fue el efecto del alcohol en la sangre y le prometió que no lo pondría incómodo de nuevo, aunque solo deseaba poder alcanzar un verdadero orgasmo.
Abril comenzaba su semana con muchas ganas de conseguir un nuevo trabajo. Necesitaba poder generar algo de dinero para ir ahorrando para el tratamiento de Cathy. Aunque todos le decían que era imposible juntar esa suma en tan poco tiempo, ella quería intentarlo. Había comprado el diario; en la sección de empleo marcó algunos que le interesaban, especialmente aquel donde pedían secretaria en un estudio jurídico. Si bien ella no finalizó sus estudios en la carrera de Abogacía, ¿qué tan difícil podía ser trabajar en un sitio como ese? Estaba segura de que ninguno, pero lo que ella no sabía era que se trataba del estudio donde trabajaba Santino y que se le buscaba una secretaria que se llevara su agenda.
Se había puesto una pollera de vestir negra por las rodillas, unas medias negras transparentes con unos zapatos de tacón aguja del mismo color y una solera de hombros caídos color fucsia. Llevaba el pelo con un moño alto y su flequillo para el costado. Sus labios color vino y un poco de rímel. Sencilla pero formal.
—¿Te vas a una entrevista? —Erika ingresó al cuarto.
—Sí. Espero tener suerte —contestó desganada. Le cansaba intentarlo una y otra vez y siempre tener la misma respuesta: “Te llamaremos”.
—Vamos, no te desanimes, que nosotras confiamos en vos. —Su mejor amiga intentó darle fuerzas y levantarle el ánimo.
—Bueno, me voy. —Tomó su bolso y se dirigió a su primera entrevista.
Ese día Santino tenía cuatro entrevistas programadas. Buscaba una secretaria que pudiera mantenerle al día los papeles y llevarle sus horarios con responsabilidad. La realidad era que se sentía autosuficiente como para delegar a un tercero un trabajo que consideraba que podía hacer solo, pero sus superiores insistían con que necesitaba una, y bueno, estaba en eso.
La primera que entrevistó, aunque visualmente llamaba la atención, hablaba mucho, a tal punto de no soportar el chillido de su horrible voz. Por eso la descartó.
La segunda, a nivel académica, estaba por encima de las otras tres, pero era demasiado tímida, y si bien no buscaba una mujer para seducir, por lo menos que al hablarle lo mirara a los ojos, y esta mujer apenas si levantaba la mirada del suelo. Por eso fue la segunda en descartar.
La tercera creía asistir a un boliche en un barrio marginal, pues fue vestida como para ir a uno; un top blanco que no le cubría casi nada, una pollera negra de cuero con unas bucaneras y maquillada estilo vedette, por lo que siquiera se molestó en tomarle la entrevista.
Ahora le quedaba la cuarta candidata, de la que solo conocía el nombre, Abril Evans porque no había foto. Por lo que decía su ficha, la misma era estudiante de Abogacía, pero tuvo que interrumpir sus estudios por un accidente que la dejó huérfana de padres y a cargo de una hermana, menor de edad, paralítica. Una de las cosas que más le llamó la atención fue el motivo por el cual quería trabajar en la empresa y por qué creía que el estudio jurídico debía contratarla. Su mayor anhelo era conseguir ese trabajo para poder juntar el dinero para la operación de su hermana Santino no era un hombre de conmoverse y menos por alguien que ni conocía. Si era franco, tampoco le importaba.
Mientras le daba la espalda a la puerta, esta se abrió. Abril entró al despacho. Él, sin siquiera molestarse, le ofreció sentarse. Ella acató, aunque su voz le resultaba familiar. Cuando estuvo listo para comenzar la entrevista, se giró en su asiento y se llevó una gran sorpresa.