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CAPITULO 35

Bajo del auto apenas llego a la tienda, mi amiga me está esperando con una gran sonrisa.

- ¡Mia! - se tira encima de mí, haciendo que suelte un gemido de dolor.

- Oye, tranquila, aún me duele.

- ¡Oh, por Dios, lo siento, Mia! - nos sentamos en una salita y pedimos un café.

- Bueno, cuéntame,...