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Capítulo 6

Alistaír observaba la vista de la isla desde su edificio, el corporativo Stavrakis. Se imagino lo que su padre sintió en días pasados, cuando sucedía al abuelo Tassos, quién creo la empresa en una época tan lejana, en el año setenta, sin la misma tecnología que había en el presente.

Se preguntó si su abuelo estaría feliz de lo que había logrado, ahora era un anciano bastante tranquilo, vivía en Londres con la abuela Eunice, que era mitad griega y mitad británica. Se habían ido luego de treinta años de trabajo duro, de lograr lo impensable, lo que muchos se burlaron diciendo que jamás lo lograría. Y ahí estaba él, en la cima de lo imposible. Entonces su padre fue quien llevo las riendas unos catorce años más.

Se había unido a la empresa luego de que su padre cayera enfermo, tenía problemas del corazón producto de tanto estrés y de tanto trabajo. Él tomó su lugar, y seis años después estaba completamente agusto con lo que consiguió. Tenía estabilidad, algo de fama, compañía femenina, una reputación en los negocios intachable.… Obtenía lo que quería.

Y si era sexo lo que quería había maneras más fáciles de conseguirlo. Podía volver a su villa, devolver alguno de los mensajes que, sin duda, habría en su contestador y perderse en alguna rubia delgada, para olvidar sus problemas.

Como un juez emitiendo un veredicto, recordó con una pesada amargura su conversación con Irina, su hermana menor, las demandas familiares que habían sido transmitidas por el miembro más pequeño de la familia Stavrakis.

Su padre estaba muy enfermo. Lo cual, según todos los que conforman la familia, significaba que Alistaír no podía marcharse y dejarlos botados así como así... No podía darle la espalda a la gente que le había dado todo lo que poseía, cubierto sus necesidades y apoyado en sus metas. Su padre ya daba señales desde hacía unos años pero nunca pensaron que empeoraría, el estrés laboral que tenía ya le estaba pasando factura, cosa que Alistaír dudo más de una vez hasta que le tocó a él experimentar en carne propia los efectos del negocio.

Y algunos años más de trabajo duro era lo que exigían, le pedían que siguiera haciéndose cargo de la empresa o un poco más hasta tener un heredero, si de algo se caracterizaban era de controlar y cuidar lo que era suyo, como la empresa, eso se quedaba entre la familia.

Alístair tuvo que apretar los dientes, pero la sentencia no había terminado allí. Una esposa y un hijo habían sido añadidos a su petición, querían asegurar estabilidad a la empresa y a la vida de él, que no daba señales de sentar cabeza. Además, si era con una mujer de su estatus y pudiera significar una unión empresarial muchísimo mejor.

Pero podían irse todos al infierno, estaba cansándose de sus demandas cada vez más fuertes.

Él ya había cumplido su primera petición, había salvado la casa Stavrakis del suicidio financiero en cuanto se unió a la empresa. Que ahora tuviesen la audacia de pensar que les debía algo lo sacaba de quicio. Que su padre le exigiera algo después de todo lo que había hecho... Después de todo el esfuerzo que le había dedicado.

Luego pidió su automóvil, fue a revisar que todo estuviera bien con nuevo ferry que habían adquirido, éste iba de Atenas a Mykonos, la isla en donde sus padres se habían enamorado y tenido a sus dos hijos. Reviso que la nave estuviera en orden, en combustible, en mecánica y demás con su equipo de trabajo.

Estaban acostumbrados a hacer revisiones express con eficacia. Cuando todo estuvo seguro, salió al embarcadero y observo a todas las personas ir y venir con prisa, por eso no le extraño que alguien tropezara con él, aunque si que quedó maravillado con la mujer.

Era sin duda bien proporcionada, con unas curvas increíbles. Su mamá la llamaría "lista para parir", como se les solía decir a las mujeres dotadas o llenitas en Grecia, claro que no de manera despectiva sino todo lo contrario. La sostuvo antes de caer y quedó asombrado en su piel, tan sedosa y nutrida. Su cabellera castaña contrastaba su piel apiñonada, y su rostro era sin duda hermoso, unos labios llenos color cereza y ojos de un tono azul como el cielo mismo. Le gustó nada más verla.

Hablaron muy poco, y ella se fue corriendo, revelándose como Esmeralda... un nombre latino. La vio irse, con la interrogante de si sería posible volver a encontrarse. Puesto que estaba yendo hacia Mykonos, esperaba que sí, sería una lastima perderse de una mujer como ella.

Devuelta a casa, recordó algo de su pasado, el motivo por el cual era tan reservado. A la edad de diecinueve años se enamoro por primera y última vez, de una mujer que lo había traicionado luego de darle tanta confianza, de creer en su cariño. Era la prueba de porqué no podías fiarte de las mujeres, y menos si fingían amarte...

Lentamente se embarcó en el pasado, algo que sucedió hace diez años…

—¿Cómo has podido dejar que pasara algo así, Alistaír? —la voz de Catrina Stavrakis era puro veneno mientras entraba, sin esperar invitación, en su oficina a las ocho de la mañana y tiraba un periódico sobre la mesa con fuerza—. Después de todo lo que tu familia ha hecho por ti... y ahora que está tan mal el negocio, justo ahora tremendo escándalo mediático...

Normalmente, aquél era su momento favorito del día. Siempre era el primero en llegar al trabajo y muy a menudo el último en marcharse y ese par de horas, antes de que empezaran a sonar los teléfonos, antes de que sus ayudantes entrasen en el despacho para consultar una cosa u otra, le daba la oportunidad de concentrarse sin interrupciones. Ver a Catrina su tía y la coordinadora de imagen de la empresa a las ocho de la mañana, maquillada como una muñeca a pesar del supuesto drama que estaba viviendo, era para Alistaír de lo más desagradable.

De modo que Alistaír no se molestó en mirar el periódico que ella había tirado sobre la mesa. No pensaba molestarse en leer nada sobre sus últimas conquistas, o lo que las mentirosas mujeres que fingían haber tenido relación con él tenían que decir. O sobre un supuesto bajón de las acciones de la compañía... No pensaba molestarse en absoluto. Estaba aprendiendo apenas de su padre todo lo que sabía sobre llevar una empresa, ya sabía que los periódicos a menuda inventaban cada cosa con tal de tener fama y ventas.

—Fuera, Catrina —le ordenó—. Y preferiría que pidieras cita a mi secretaria cada vez que quieras hablar conmigo.

—¡Esto no puede esperar! —gritó su tía—. ¿Cómo has podido hacernos esto? La familia Stavrakis tiene una reputación que considerar y la salud de tus abuelos. Theos, ya están en la tercera edad, piensa en ellos, una impresión igual a esta podría matarlos de un ataque. ¿Te importan siquiera?

La reputación de su familia.

Era la palabra que más detestaba escuchar... una palabra que se había usado contra él desde que puso el pie en la compañía.

«Stavrakis tiene una reputación».

«Haz esto, Alistaír».

«Debes agradecer a tu familia todo lo que ha hecho por ti».

Ni una vez le dejaban tomar decisiones. Sus tíos eran un grano en el trasero, lo trataban peor que una mosca, si él no hubiera nacido serían ellos los que debieran manejar todo, en lugar de eso tenían que enseñarle cómo se hacían las cosas para prepararlo al momento de hacerse cargo por completo.

—Irina te suplicó que te relacionaras con una buena chica, que sea de buena cuna... yo te supliqué hacer realidad el deseo de tu padre, saber que la compañía estaría en buenas manos para el futuro. Que conocieras a una chica no problemática y dócil. ¡En lugar de eso nos escupes en la cara a todos dejando embarazada a una camarera!

Alistaír hizo una mueca.

—¿Tú crees que soy tan tonto? Yo siempre tengo mucho cuidado, Catrina. Sé muy bien cuántas mujeres querrían atrapar a un hombre en mi posición. Así que olvídate de las tonterías que leas... —Alístair tomó el periódico dispuesto a tirarlo a la papelera, dispuesto a decirle a su tía que saliera de su despacho inmediatamente para poder seguir trabajando.

Pero no pudo terminar la frase. Porque allí, en el periódico, acababa de ver un par de ojos que lo habían hechizado. Los responsables de que, por primera vez en su vida, no hubiera tenido cuidado. «Y la primera vez que era tan estúpido como para caer en las garras de una mujer», pensó con coraje. Había sido tan ingenuo creyendo que los hombres de su mundo podían encontrar fácilmente a una mujer que no fuera avariciosa y calculadora, que podía encontrar a una mujer desinteresada. Qué error había cometido esa noche. Aquella noche no estaba pensando con la cabeza. No estaba pensando en absoluto.

—De modo que sí conoces —Catrina encendió un cigarrillo, su rostro tan duro como una piedra bajo el maquillaje—. ¿Conoces a esa cualquiera...?

—Ya está bien —la interrumpió él.

Pero las palabras quedaron colgadas en el aire mientras leía el artículo. Tuvo que tragar saliva mientras leía no sólo que Millie estaba embarazada sino que le había escondido esa información deliberadamente. Incluso que había pensado terminar con el embarazo.

—No puede hacer eso —murmuró. No podía creerlo. La Millie que él había conocido, su Millie, nunca haría algo así—. Ella no diría estas cosas —insistió Alistaír, volviéndose hacia Catrina, como buscando consuelo donde nunca podría haberlo—. Ella no me haría esto.

—Piensa con la cabeza, Alistaír. Porque te lo ha hecho. Y más. Has confiado en la persona que no debías, y sabes que errores como esos nunca deberían de suceder.

—¿Qué quieres decir?

—Según el periódico, el avión de tu amiguita aterrizará en Atenas en menos de una hora. Qué conveniente que esta mujer de la que nadie había oído hablar salga de repente en las noticias. Se ha asegurado de que no haya ninguna posibilidad de que le ofrezcas dinero para librarte de ella.

—Millie no es así.

—¿Ah, no? ¿Qué sabes tú de ella? Dímelo, Alistaír. ¿Cómo conociste a esta encantadora señorita?

Ella espero pacientemente antes de volver a hablar:

—Dime que usaste preservativo. Dime que tuviste cuidado esa noche y haré que el equipo de Relaciones Públicas se encargue de solucionarlo todo. Katra conseguirá que se retracte mañana mismo...

—Yo me encargo de esto, no te metas.

—Dime que tuviste cuidado —insistió Catrina. Cuando Alistaír no contestó, su tía hizo una mueca de disgusto—. ¡No me lo puedo creer!

—Eso no es asunto tuyo.

—Es asunto de todos —replicó Catrina—. Lee el resto, Alístair. Lee y compruébalo por ti mismo. Dice que se conocieron en una noche cuando habías salido a cenar con tu hermana... ella era la camarera. Y como no sueles salir con tu familia a menudo, está claro a qué noche se refiere.

—¿Y qué?

—¿Hablaron en griego en el restaurante?

—¿Qué tiene eso que ver?

—¿Hablaste en griego con Irina?

—No...

—Pues entonces está claro. Tu camarera oyó cada palabra... sabía que estabas disgustado y, seguramente, también sabía que buscabas una pareja estable para la imagen de la empresa.

—No estaba disgustado —la contradijo Alistaír—. Y si oyó la conversación sabría que me negué a buscar pareja. Eso es lo que le dije a Irina.

—Irina te contó que tu padre estaba buscándote una esposa, Alistaír. Incluso alguien como tú habría sentido algo esa noche... y ella lo sabía. Esa skyla vio su oportunidad y la aprovechó.

Él cerró los ojos, respirando profundamente, concentrándose en Millie.

—No fue así —contestó él, indignado. No quería más mentiras, su tía era una víbora bien maquillada para ocultar sus frías intenciones.

Pero mientras manejaba, él recordó que sí fue así, que ella hizo todo eso deliberadamente… y no terminó ahí. Se volvió contra Alistaír y descubrió un lado cínico y calculador de Millie, una parte que sin duda jamás le había visto.

Sus manos sostuvieron el volante con fuerza, recordando todo: la salud de su padre, la mala imagen de la compañía, el dolor de la familia y no solamente eso, la traición y la amargura que sintió cuando confirmo todo lo que su tía le había contado. Millie planeo todo a propósito, y no solo eso, jugo durante meses. Le hizo creer que lo amaba para luego pisar su amor sin remordimientos. Entonces salió a la luz con ayuda de un investigador privado que no solamente había destrozado la imagen de los Stavrakis, sino que encima le había sido infiel. Y el hijo que esperaban no era suyo, sino de su amante.

Encima tuvieron que esperar meses, meses a qué naciera el bebé y pudieran hacer pruebas de ADN, y aunque salió negativo la prueba de paternidad para él, aún así ya había afectado la reputación de su familia notablemente. Tardó años en repararlo, en volver a darle una imagen confiable y sin polémicas a la empresa Stavrakis. Sus abuelos en Londres incluso tuvieron que regresar un tiempo para apoyarlo, cosa que agradeció. Eran unas de las pocas personas en quién si podía confiar con los ojos cerrados. Jamás se podría perdonar todo lo que ese asunto les afectó, lo mucho que sentía decepcionarlos con semejante escándalo. Ellos habían luchado muy duro para conservar una reputación intachable en la empresa.

Alistaír recordó que al descubrir el engaño de Millie, el investigador les notifico que antes de estar con Alistaír ella ya estaba en una relación con Sirus, ya estaba planificado desde el principio, y él supo que todos los regalos que le dió se los gasto con aquel canalla. Le daba demasiado asco recordarlo.

Su tía le había advertido:

—Encárgate de todo, Alistaír —Catrina clavó una larga uña roja en su pecho—. Y te lo digo ahora, para que puedas decírselo a esa skyla cuando la veas: sea cual sea la vergüenza que traiga a la familia Stavrakis, yo le serviré a ella y a su familia el doble.

Y se hizo cargo de todo, aún le pesaba en la mente el pasado. Es por eso que ahora ya no se dejaba engañar, nada de compromisos, nada de caer por una aparente inocente, nada de amor. Siguió conduciendo, preguntándose qué clase de mujer seria la chica del embarcadero...

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