Read with BonusRead with Bonus

Capítulo 4

Ahora sí que la había liado. Precisamente se quedaba sin respiración al estar cerca de él, a quien crítico durante un buen rato con Narin sin haberle visto nunca. ¿Qué clase de hipócrita era? Su abuela, quién le había enseñado modales y valores, estaría seriamente decepcionada de ella que estaba cuchicheando y mal hablando de alguien a quien no conocía de nada.

La suave brisa del mar, repentinamente le hizo estremecer y rodearse con los brazos para conseguir algo de calidez.

—Parece que estás un poco sorprendida, Esmeralda —apuntó Alistaír, con una mirada intensa, fija en sus ojos—. Y estás temblando de frío. ¿Por qué no vas de vuelta conmigo al hotel? Podrías enfermarte, además está oscuro aquí fuera y no me gustaría que algo malo te sucediera.

Al oír su nombre en los labios de Alistaír, sintió un ligero temblor en el cuerpo diferente al que acababa de tener por el frío. La verdad era que no podía hacer nada contra eso, él le gustaba mucho. Conseguía reacciones en su cuerpo que nunca había pensado que podría sentir, y se estaba preocupando por ella. No podía creerse que se la había pasado hablando tan mal de semejante hombre, incluso vestido de traje en la playa no se veía absolutamente fuera de lugar, despedía un aura de poder y autoridad que la mantenía pegada a su sitio.

—Dicen que eres un canalla, frío y calculador —respondió finalmente, tratando de dirigir la mirada más firme que pudo conseguir. Se arrepentió en cuanto las palabras salieron de su boca, y la firmeza le flaqueo, porque agachó la mirada al sentir la seria mirada que él le dirigía.

Pero consiguió el efecto contrario, algo inesperado. Alistaír hizo un sonido gracioso, haciendo que ella tuviera que mirarlo.

Le sorprendió que él tiró su cabeza hacia atrás y soltó una sonora risa, tan vibrante que le llegó al alma, durante unos instantes sintió una calidez derramarse en su interior, como chocolate caliente recién hecho colándose por su estómago y subiéndole al corazón.

«Qué preciosidad...», se maravillo.

Luego Alistaír le dirigió una mirada ardiente, repasando sus curvas lentamente. No pudo evitar sentir un escalofrío de placer, porque su escrutinio y ese brillo en los ojos de gusto le decían que a él le gustaba lo que veía, que la encontraba hermosa.

«¡Controlate! Pareces una cría de secundaria», se reprendió a sí misma enojada, ya estaba recuperándose de su estupor.

—Claro que lo soy, en los negocios. Las que dicen eso de mi son mujeres insatisfechas sexualmente, aquellas que no consiguieron llamar mi atención lo suficiente para llevármelas a la cama —susurró eso último, acercándose lo suficiente para ver sus ojos ambarinos fijos en ella.

Entonces le acaricio el rostro, sintió que dejaba una línea de fuego a su paso. Respiro hondo con anhelo. Él le miro los labios y pensó que ahí mismo le suplicaría que la besara... Entonces bajo su mano por su cuello, lo que le hizo respingar con nerviosismo, fue bajando por su brazo hasta tomarle la mano.

—Si te soy sincero, no sé qué es lo que me pasa cuando te veo. Me gustaría descubrirlo —susurró él.

Ella lo vio como hipnotizada y asintió. ¿Por qué se hacía idiota? Le gustaba. Quería conocerlo, experimentar. Mientras anduviera con cuidado y no esperase demasiado, todo estaría bien. Al menos ya estaba al tanto de lo que no podía esperar, su corazón debería estar bien resguardado de los efectos. Sonrió con ironía. No le hubiera sorprendido mucho descubrir que era un hombre casado o con compromisos. Sabía por experiencia que el sagrado sacramento del matrimonio era un aliciente más para muchos hombres a la hora de coquetear con otras mujeres. Él era rico. Poderoso. Y muy, muy caliente. Un hombre de éxito que sólo jugaba para ganar. Era la encarnación de todo aquello que Esmeralda se había jurado que no dejaría entrar en su vida, que era prohibido...

Pero ya en ese punto de su vida aburrida, patética y fracasada. ¿Qué más daba? Sería su decisión, si algo iba mal la única culpable sería ella, punto. Era una adulta que podía tomar sus propias decisiones sin tener que preguntarle a nadie si estaría haciendo lo correcto. Incluso si daba la espalda a todas sus anteriores promesas, estaría consiente, no podía tomarla con la guardia baja ya. Era la clase hombre al que nunca había tenido el placer de conocer, pero podría, y de una vez terminaría con aquella estupidez de que un hombre así no pasaría en su vida sin cambiarlo todo, ella podía estar a su alrededor sin caer de su nube.

Por lo que respondió al final con toda la valentía que le fue posible:

—¿Quieres ir a cenar?

Él le dirigió una sonrisa de complicidad y asintió. Entonces hizo algo loco. La tomo entre sus brazos, y la saco del agua, Esmeralda jamás había sido tomada en brazos por nadie, así que le encantó la sensación tan romántica que le daba aquello que veía únicamente en novelas. La dejo en la tumbona donde estaban sus cosas, con lentitud. Esmeralda se estaba agarrando de sus brazos, mirándolo embobada. Con repentino sobresalto, se apartó y recogió todo, se puso encima el vestido para que nadie viera su cuerpo en ropa interior (bueno, nadie más), y descalza camino a su lado de regreso al hotel.

—¿En qué habitación estás? —le pregunto cuando estaban por enterar en el ascensor. Hizo caso omiso de la mirada de desconcierto que les lanzaba la recepcionista rubia y delgada. «¿Por qué no me sorprende?», pensó Esme.

Ella le dijo el número de su habitación, nerviosa.

—Supongo que querrás arreglarte, agápi mou. ¿Te parece bien si voy por ti en una hora?

—En treinta minutos, mejor.

Alistaír alzó una ceja.

—¿Tan rápido? Pensaba que les gustaba a las mujeres maquillarse, y buscar el atuendo perfecto, eso lleva mucho tiempo —sonaba sorprendido.

Ella hizo una mueca. De nuevo, era un recordatorio del tipo de mujeres que él solía frecuentar. Pero ya había tomado su decisión, no hay vuelta atrás. Presionó el número de su habitación y comenzaron a ir hacia arriba.

—Bueno, no me interesa mucho mi aspecto. Claro que me gusta verme bien pero no me enloquece, prefiero algo casual. Así que no tardo mucho escogiendo, no todas las mujeres piensan en eso —dijo eso último lanzándole una mirada mordaz.

Pero no entendió la indirecta, al contrario, había humor en sus ojos.

—¿Como anoche? —su mirada cargada de intensión dió a entender perfectamente lo que quería decir. Esmeralda apretó sus manos juntas.

—Eso fue diferente, nada más pase por una tienda, tome lo primero que ví y me solté el cabello, no le di mucha vuelta al asunto —respondió con altivez.

—Entonces sigue haciéndolo, cariño. Me encanta.

Ella sonrió bastante halagada, y justamente pararon en su piso. La acompaño hasta la puerta de su habitación, y le dió un beso en la mano, como en los cuentos de hadas.

—Espero con ansias verte otra vez, Esmeralda. Vendré por ti en el tiempo acordado, usa algo casual si quieres.

Observó como se iba, y cuando desapareció, se metió en la habitación. Se apoyo de espaldas, temblando. ¿Qué clase de locura era aquello? Estaba saliéndose de su zona de confort y de todo lo que conocía. En su ciudad natal todo era tan diferente, las relaciones, incluso no recordaba que algún chico le pusiera las piernas hechas gelatinas y casi rogarle que la besara. Lo que estaba experimentando era pasión pura, Alistaír era un hombre muy, muy masculino y ella estaba segura de que sabía cómo hacer feliz a una mujer de distintas maneras.

Según lo que Narin le dijo, únicamente tomaba pero no daba nada. Esa era la regla de oro en sus relaciones: “te daré esto, pero no esperes más, y se acaba cuando yo quiero”. Quizás si tan solo se mentalizaba que eso sería algo pasajero, si ya iba con la idea de no esperar nada, eso haría imposible que la tomase por sorpresa cuando ya no quiera nada. ¿Verdad? Esas otras chicas querían más, insistían y no sabían cuándo parar. Bueno, pues Esmeralda ahora lo sabía, y se prometió no enamorarse de aquel magnate griego.

Con eso en mente, se dió un baño ruso, nada más para quitarse la sensación de estar pegajosa por el mar y la arena. Al salir se seco y nada más uso un top lila con una falda negra que llegaba arriba de las rodillas. Se puso unos zapatos cerrados negros y cepillo su cabello, no quiso maquillarse. Al mirar su reflejo en el espejo, le gustó lo que vió. Tenía unos ojos azules como su abuela Sadie, pero la cabellera castaña y piel apiñonada como su madre. Los buenos genes de su familia siempre fueron de niña motivo de pláticas tipo “ella está destinada a grandes cosas”, “romperá muchos corazones”, “tendrá tantos pretendientes que habrá una fila”. Hasta ahora el único corazón roto era el suyo, vaya ironía.

Trato de no seguir pensando en el pasado y se concentro en el presente, estaba a punto de salir en una cita con un hombre guapísimo que le aceleraba el pulso y era conocido por ser frío, arrogante y un canalla. Pues bien, ella también era llamada de mucha maneras en su círculo del trabajo, y ninguna de esas cosas eran verdad, le daría el beneficio de la duda y descubriría qué tan cierto eran aquellos rumores. Tomó su bolso y se sentó un rato, a la espera de Alistaír. Entre tanto reviso los mensajes y notificaciones que tenía en el celular, dándose cuenta de que la habían llamado del trabajo. «¿Ahora qué?», con irritación cerró el móvil cuando sonó la puerta, con nerviosismo peino su cabello un poco más y respirando hondo, la abrió.

Él estaba vestido por primera vez sin ropa de etiqueta. Únicamente tenía unos pantalones negros con una camisa blanca, calzaba unos mocasines y fue la primera vez que notó que tenía un tatuaje en su antebrazo, no pudo observarlo mucho porque la atracción principal era su rostro, lleno de un aura sensual y masculino. Deseo poder acariciarlo y besarlo, pero dudaba de que fuera lo correcto hacerlo demasiado rápido. Se tomarían su tiempo con calma.

—¿Y dices que no te esfuerzas mucho? —su mirada la recorrió lentamente, como un depredador al acecho de su presa. Contuvo el aliento cuando el se acercó y tomo su rostro entre sus manos—. Sin maquillaje... Theos, y aún así eres tan hermosa. ¿Dónde has estado?

Esmeralda no pudo proferir ninguna palabra, estaba congelada con su toque. Lentamente, rodeó su cintura con las manos, con cierta vergüenza de no hacer lo correcto. Él cerró los ojos y respiro el olor de su cabello. Entonces le dió un beso en eso frente y se alejo, tomándola de la mano.

—Será mejor que nos vayamos, o la cena vas a ser tú, lo prometo —su voz estaba cargada con tensión y no dudo de sus palabras. Se sonrojo a su pesar, nunca imagino que podría hacer perder el control a nadie, menos a un hombre tan experimentado como Alistaír.

Estaba expectante acerca de lo que les deparaba el destino. Cuando bajaron a la recepción, él le dijo que esperara un momento y el botones corrió fuera, instantes después regresaba con un Toledo último modelo. Esperaba un Audi o BMW pero aquél era un carro elegante, discreto y moderno. Él le abrió la puerta a Esmeralda, y le cerró la puerta sin mucha fuerza. Luego fue a ponerse en el lado del conductor, fue así que comenzó a conducir por las calles de Mykonos, y se sorprendió se ver que no había tráfico.

—¿Y a dónde vamos? —preguntó ella, mientras miraba el recorrido con gran atención, quería recordar el camino, quería recordar la velada y todo lo que estaba viviendo en ese momento.

—A mi restaurante favorito. En realidad, es casi un obligatorio ir aunque sea una vez por semana si no estoy ocupado —respondió, mirando el camino que tenían delante.

Esmeralda frunció en ceño y lo miro insegura, con una idea repentina tomando su mente.

—Dime por favor que no tienes un restaurante —pidió en un quejido—. Sería casi como que fueras el magnate de aquí, en mi ciudad había una especie de serie de comedia «La familia P.Luche» donde el hombre de negocios de la ciudad era dueño de casi todo el lugar.

Él rió con gracia, una sonrisa ladeada adorno sus carnosos labios, la miró rápidamente, notando una chispa de humor en sus preciosos ojos. Cuánto le encantó poder crear esa reacción aunque fuera por unos instantes... su risa siempre conseguía hacerle sentir un calorcillo en el vientre.

—Tranquila, está vez no es mío, sino de unos buenos amigos. Te aseguro que va a encantarte, agápi mou —tomo su mano y le dió un apretón, acariciando el dorso de su mano suavemente, trazando círculos que le sabían cariñosos.

A Esmeralda le estaban gustando esos gestos, la conmovía sobremanera, era un hombre muy atento y dulce aunque seguramente jamás lo aceptaría de tal manera. Se preguntó cómo sería estar en un verdadera relación con él y no nada pasajero, que hiciera todas aquellas cosas por ella y fuera por amor, porque la quería y le importaba hacerla feliz. Entonces se recriminó así misma, recordando su promesa de no esperar nada más. ¿Qué demonios pasaba con sus pensamientos? Siempre se iban por la tangente, se suponía que debía tener firmeza en cuanto a sus sentimientos, siempre hacia sido capaz de controlarse.

—Sigo sin saber el significado —cambio de tema antes de seguir pensando locuras, locuras que ciertamente no le parecían del todo así. Pero tenía que andarse con cuidado, recordó. Era fácil caer en la trampa del amor, aunque jamás estuvo siquiera cerca de eso.

—Ah, eso. Significa “cariño mío”. Un término cariñoso.

—Usado en parejas.

—O para amantes —le dirigió una mirada llena de intención, los ojos que tanto ella amaba brillaron en la oscuridad del coche; y Esmeralda se paralizó, con el corazón en un puño, su respiración se agitó. ¿Era acaso una invitación? ¿La estaba invitando a ser su amante? ¿Debía responder acaso?

No estaba segura, tuvo miedo de preguntarle o responderle que sí y lanzarse a sus brazos como una ridícula colegiala. Todavía no podía pensar en esas posibilidades, tenía que conocerlo más, era imposible subir de nivel tan pronto, no debía... Pero con un demonio si no quería.

Previous ChapterNext Chapter