




Rescatando a Jena
Su pecho se llenó de una angustia insoportable y en su mente palpito una advertencia de peligro. Dio un brinco atrás y su forma natural brotó con magnifica rudeza. Un negro lobo como una sombra en la oscuridad y unos ojos completamente blancos, como si no tuviera iris.
Su lobo siguió aquel suave aroma a gardenias por el pasillo conduciéndolo hacía la parte trasera de la clínica, el olor a medicina y látex se revolvía con el hermoso y cálido perfume de Jena.
Salto afuera atravesando una puerta de cristal, el piso estaba húmedo, , la luz de la luna se cubría con unas espesas noches oscuras. el viento soplaba silbando entres sus orejas, trayendo consigo
Un hombre arrastraba a Jena hacia una camioneta, con pocas fuerzas luchaba para no entrar en ese oscuro cajón de hojalata.
La débil terapeuta no podía defenderse de la fuerza bruta de aquel individuo que se escondía bajo el oscuro pasamontañas sobre su cabeza, cada vez era menos su resistencia su cuerpo se estaba ablandando con el desgaste de sus energías. Notaba que estaba bajo el influjo de alguna droga.
Conan corrió al escuchar sus suaves gimoteos en un intento de pedir ayuda. El agresor observo venir hacia él una enorme bestia, abrió los ojos y se arrojó a un lado tirando a Jena al piso.
La camioneta quedo doblada por la mitad ante el golpe de la fuerza bruta de Conan, el hombre vestía completamente de negro hasta las manos enguantadas. Jena estaba tirada en el piso, aun consiente, con sus manos se apoyó sobre el asfalto dejando una mancha de sangre.
El hombre se levantó huyendo de la enorme bestia que estaba decidía a devorarlo, los pasos del asaltante eran pequeños saltos en comparación de las dos largas zancadas con que Conan se tiró sobre él.
Aquel hombre sin rostro grito despavorido con sus manos intento detener las mordidas del hambriento sabueso recibiendo mordidas y rasguños el hombre restregado en el suelo mojado logro sacar un arma, sin pensar disparo en dos ocasiones al monstruo teniendo éxito…
Conan chillo tirándose atrás. El dolor de la bala quemaba su carne, cayó al piso con las rodillas y colocándose la mano sobre una de las heridas de bala, su cuerpo era el de un humano cualquier, el asaltante observo con pavor la transformación de Conan.
Se arrastro en el piso alejándose, se levantó para salir huyendo, dos fuertes sombras negras pasaron corriendo a cada lado de Conan y continuaron en dirección del asaltante.
Un lobo gris se detuvo junto a Conan que respiraba con dificultad.
—¿Estas bien? — pregunto Derek
—Tengo una maldita bala en el hombro como crees que estoy…
El líquido rojo estaba sobre toda su palma, la preocupación por Jena lo mantenía con fuerza observo alrededor y la encontró dónde el mismo tipo la había dejado tirada, se levantó entre quejidos y el penetrante dolor que ardía como mil demonios.
Se dejó caer de rodillas junto a ella, se tensó y elevó su cabeza al cielo oscuro llenarse de estrellas por el dolor que sintió en la bala metida en su carne. La segunda bala habia entrado en su muslo, apenas se daba cuenta por el dolor.
—Jena… Jena hábleme. —le palmeo la mejilla, su cabeza se balanceo de una lado al otro como si fuera de trapo, ella tenía una herida la costilla, era provocada por una navaja. La sangres fluía con preocupación, Conan se sacó la camiseta partiéndola en dos haciendo una tira larga
—Ayúdame! —ordeno a Derek, entre los dos la levantaron rodearon su cuerpo con la camiseta apretando el flujo de sangre.
Metió sus manos debajo de su cuerpo y la levanto entre sus brazos, aunque eso le provoco el dolor como mil flechas clavadas en cada herida, y un ardor quemante, Conan se hizo el fuerte.
—Conan te haces daño —le advirtió Derek caminando a su lado como un hombre normal.
Algo que no escucho, la sangre de su cuerpo escurrió del hombro bajando por su pecho en una gruesa línea. La sangre de Jena y de Conan se mezclaba en la tela de la camiseta.
—¡Trae el maldito auto!—gruño enfurecido por el dolor y preocupado por Jena.
— Logro escapar —informo Philip al regresar junto a su hermano Zac
—Vallan al departamento de Jena, empaquen sus cosas y llévenlas a casa
—¡Como digas Conan!
Los mellizos sabían obtener la información necesaria para cumplir con las órdenes de su líder, entraron en la clínica para buscar la oficina de la doctora.
—Oh, ¿que se les ofrece muchachos? —Una linda enfermera pero con rostro duro se interpuso en su camino.
Ellos se miraron entre sí sonriendo.
—Información muy importante. —respondió Zac
Se acercaron a ella con miradas seductoras.
Derek se sentó al volante, Conan entro en el auto en la parte de atrás el tono de piel de Jena estaba palideciendo, se cuestionaba cuanta sangre habia perdido.
—¿No es mejor que la atiendan aquí? —era u pensamiento lógico, que por supuesto Conan considero.
—Ese maldito enfermo, volverá a buscarla,—se quejó— y así como ahora ha logado sacarla de la clínica en medio de doctores y enfermeras conseguirá hacerlo
Derek condujo el auto para volver a la comunidad Imperión. Ahí estaría segura simplemente por qué el mismo la cuidaría noche y día. Apretaba la herida de Jena para que la sangre se detuviera. El auto brincaba y Conan reprendía a Derek, que manejara con más cuidado.
Al escuchar la furia de Conan, Derek manejaba más lento.
—Pisa el maldito acelerador Derek, ella moriría…
Obedeció pero imposible manejar con cuidado y a más de setenta, por una camino malgastado por el paso de los años y de la maquinaria pesada.
Conan pateó la puerta de la entrada atravesó los dos metros de recibidor y subió escalones en L, a zancadas.
—¿Que está pasando? — De la cocina se dejó venir Kenia, una gran amiga de la familia y casi hermana de Conan. Secaba sus manos con un toalla, notando a la mujer que Conan cargaba en sus brazos.