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CAPÍTULO 18. ¡ES UNA ALTANERA!

Antes de poder alejarse, la muchacha llevó la mano a su quijada y comenzó a apretarla con fuerza, levantándola hacia arriba, el gesto le resultó doloroso a la señora, la cual emitió un gemido.

—Tienes prohibido mirarme de esa manera, así como también, atreverte a acusarme de que me has visto vesti...