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1. Días Nublados

1. Días Nublados

Miro por el gran ventanal de mi pequeña oficina, o más bien del pasillo que se supone que es mi oficina... hay un hermoso paisaje que puedo ver desde aquí... el cielo tiene manchas negras, aviso de que en cualquier momento puede avecinarse una lluvia que limite a todos salir de su casa. Hoy el día se torna nublado, para mí las nubes son el mal humor, el cielo azul es la alegría, pero siempre hay algo que te tiene que cambiar el humor. Exactamente como a mí me pasa cada vez que llego a la dichosa empresa para la que trabajo, mi vida era bastante normal antes de que el hijo del jefe tomara posesión de la empresa en la que he pasado mis últimos cinco años trabajando como secretaria. Cada vez que veo a Barry Freeman, el estómago se me descompone, y es que es guapo, debo de admitir, es el hombre más apuesto que he conocido, pero hay un problema... su actitud. Su maldito temperamento y su mal humor de todos los días es el que me hace detestarlo, me enoja siempre y a veces me dan ganas de jalarme los pelos y salir corriendo. Observo con detenimiento la estancia que cada vez se me hace menos familiar, pues las cosas desde que el señor Freeman ya no está las cosas se sienten extrañas... por el ventanal se puede ver de todo, el atardecer, las personas caminando y las parejas abrazándose, son tan felices todos, bueno algunos, porque yo no soy feliz, al menos eso es lo que siento... me siento de vez en cuando sola y triste, pero es el trabajo el que me hace distraerme.

—Me tengo que ir, cancele todas mis reuniones y todo lo que tenía planeado para hoy, y también lo de toda la semana. —Vaya, vaya. Este tonto al fin se va de vacaciones, también me merezco unas.

—Claro, señor. No hay problema, yo me encargo.— Apresuradamente saco mi agenda donde tengo todos los eventos importantes de la semana, los reviso y me dispongo a cancelar cada uno de ellos por los medios correspondientes, por correo electrónico o por llamada.

Sin mirarme a la cara, Barry pasa a mi lado y dice: —Muchas gracias, cuando termine se puede ir a su casa— Con razón llueve en primavera, me dijo gracias. Nunca lo hace, es más, solo me ordena de mala gana.— Y también avisé a todo el personal, que no se trabajará hasta el lunes de la semana que viene— Milagro divino, vacaciones, creo que Barry me está empezando a caer bien... más o menos bien.

—Sí. —le respondo y él se marcha sin mirarme, como de costumbre.

El teléfono suena y con la mejor de mis voces respondo —Buenas tardes, lo atiende Kelly Parker, ¿En qué puedo servirle? —Hablo lo más cortes.

—Hija, ¿Ya te enteraste? ¿Cómo está él?— frunzo las cejas... Es mi papá quien está llamado a la oficina en la que trabajo, ¿pero por qué razón?

—¿Qué pasó? —Pregunto angustiada, pues papa difícilmente me llama en mi horario de trabajo porque valora mi desempeño en este sitio.

Respira hondo, mi corazón late y más de lo normal, tanto que duele de la preocupación. —El señor Freeman ha fallecido, mi buen amigo Richard.— Solloza mi padre, abro la boca por inercia, por el asombro, no puedo creer que esto esté pasando. Ni siquiera sabia que el señor Freeman estaba enfermo, no sabía nada de él, pero pensé que era algo natural del retiro.

—Con razón su hijo salió disparado y dio toda la semana de descanso a toda la empresa. —Me lamento, mi jefe siempre fue bueno conmigo, demasiado amable y siempre provocaba una sonrisa en mí.

—Hija, tenemos que ir a acompañarlo, — se lamenta — su hijo es un buen muchacho, ya hora está únicamente. — Mi padre no conoce mucho a Barry, pero el solo hecho de que haya perdido a su papá me hace ser más empática con él, pues está solo. Según lo que sé, su madre se divorció de su padre cuando era solo un niño y desde entonces apenas y la ve.

Por parte de su padre, no tiene a nadie, pues viene de una generación de hijos únicos... de su madre no se sabe mucho.

Asiento a pesar de que mi padre no me verá —Si papá, únicamente deja que arregle unos asuntos que me ha encargado Barry y paso por ti. — Aún estoy en mi horario de trabajo, y al menos por hoy la empresa está en mis manos, pues esta depende de que yo haga mi trabajo.

—Claro, mi niña, yo espero a que llegues a casa — es el quién termina la llamada, cuelgo el teléfono y... empiezo con mi tarea.

De camino al lugar en donde es el velorio del señor Freeman, papa me pide que pasemos por flores. Creo que ya tiene bastante tiempo que no veía a mi padre vestido así, él va de traje negro, de esos que usaba cuando trabajaba en el mismo lugar que yo. En mi caso, únicamente pase por mi departamento a cambiarme la blusa que llevaba dejándome la falda negra, pues desde que soy una secretaria yo siempre visto formal y elegante.

Por su parte, mi madre no quiso acompañarnos, pues es demasiado tímida, y a pesar de que Albert Parker era íntimo amigo de Richard Freeman, mama casi no intervenía, por lo tanto... creyó que con que papa y yo asistiéramos a darle él, pésame a Barry era suficiente. Resulta que no es un velorio, estamos en un panteón, pues al parecer ya lo están sepultando. Nos acomodamos en la parte de atrás y cuando todos se empiezan a despedir, vamos con Barry. Mi padre no lo duda ni un segundo, le da un abrazo a Barry. El chico de ojos verdes y largas pestañas solloza gracias al abrazo de mi padre, pues todos aquí han sido bastante formales... solo le daban la mano y le daban unas cuantas palmadas en el hombro, pero mi papá hizo las cosas diferentes, le dio lo que necesitaba, un abrazo.

Conozco a Barry desde hace casi un año, siempre se muestra duro y difícil, además de eso siempre tiene un ego hasta el cielo, que me molesta tanto, pero hoy se ve distinto, pues está quebrado por la muerte de su padre, la única persona con la que contaba. Hoy, se ha quedado solo. —Mi papá estaba enfermo, por eso se empeñó en que trabajara con él, que me quedara a cargo de la empresa. Nunca me lo dijo— Solloza entre lágrimas, lo escuchamos, sus ojos tristes chocan contra los míos, pero los retira inmediatamente de manera sumisa y avergonzado.

—Hijo... cálmate— le pide en voz sutil mi papá.

Doy un paso hacia él, pues creo que le está faltando el aire. —No puedo...no me pude despedir de él. Mi mamá me abandonó y ahora el igual...— Y aunque Barry siempre ha sido déspota conmigo, yo... siento una empatía enorme por él, me da pena la forma en la que está, nadie se lo merece.

—Señor Freeman—Lo llamo, él alza la mirada y la posa sobre mí.—¿Necesita algo?—Digo lo más suave que puedo.

—Nada, gracias, Kelly.— ¡me está diciendo gracias! Le sonrió a modo de repuesta.

3 Semanas después...

Mee siento como si estuviera en el colegio de nuevo, como si hubiera hecho algo malo y el director de la escuela me tuviera bajo la mira. Las cosas no cambian, solo evolucionan... pues ahora mismo estoy en una situación bastante parecida. Veo a mi jefe, a Barry, quien parece estar mejor que cuando recién había muerto su padre. Está recostado sobre su asiento ejecutivo que apuesto a que debe de ser muy cómodo, es negro y de cuero. Me mira y al fin prueba el café que me ha pedido. Algo raro ha pasado con él, pero es que todas estas semanas se ha portado como humano conmigo. Siempre que me pide algo, me lo pide con un «Por favor» y un «Gracias» sabe que esto me sorprende y más lo hace. Pero eso no importa, pues lo que quiero saber es ¿Qué se trae entre manos?

Abochornada, suspiro y destaco —Si no quiere nada más, me retiro. Tengo trabajo.— Doy media vuelta y camino decidida hacia la puerta.

Pero es su voz la que me detiene en seco, —Espere, señorita Parker.— Me detengo, y me vuelvo hacia él.

Atrás de su silueta, está el sol ocultándose, un cielo pintado de varios colores que me llenan de fascinación. Un bello paisaje con un bello hombre al frente, inmediatamente borro ese pensamiento púdico de mi mente.

—¿Si?— Digo con voz ronca, nerviosa, me rasco la ceja como un acto de inercia.

Se truena el cuello, como si estuviera a punto de entrar a un ring a pelear. —Necesito su ayuda— Admite apenado, bastante diría yo.

Lo miro y hago un gesto de aprobación para que me diga lo que me quiere pedir. —Se ha leído el testamento —Confiesa temeroso, ¿y eso que tiene que ver conmigo? Dudo que el señor Freeman me haya dejado algo. —En él estípula que yo, para recibir el total control de la empresa, debo de estar casado y tener un hijo, así recibiría el cien por ciento de todo lo que mi papá tiene ,que ser casi el ochentaicincoavo por ciento de lo que es la empresa y sus bienes... Y sí solo tengo un hijo fuera del matrimonio, recibiría el sesenta por ciento.— No hay forma de describir lo confundida que estoy... así que suspiro.

—¿Quiere que le consiga un bebé? ¿O qué?—Pregunto sarcástica, hay jefes bastantes locos.

—No, quiero que tú seas mi esposa y seas la madre de mi hijo.—Dice de repente.

Parpadeo varias veces, ¡Pero qué diablos!

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