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Capítulo ochenta y uno 81

El aire helado de las montañas rozó la piel de Eris cuando el carro cruzó las últimas colinas. Había imaginado un lugar desolado, lleno de peligros y soledad, pero ante sus ojos se extendía una aldea organizada: casas de madera y piedra, senderos bien trazados y cultivos que observaba desde el carro...