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Capítulo ochenta 80

Eris apoyaba su frente contra los fríos barrotes de su pequeña ventana, dejando que la brisa mañanera acariciara su rostro demacrado. El bosque se extendía ante sus ojos: veía las ramas de los pinos mecerse al compás del viento, cada hoja que danzaba en el aire era un recordatorio del mundo que pron...