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CAPÍTULO 31 (2)

Cuando me enderezo, mis rodillas están temblando. Es solo cuando su dedo encuentra mi barbilla, levantándola, que me doy cuenta de que estaba mirando sus pies.

—Solo soy yo—murmura.

—Lo sé—mis labios se curvan, vacilantes—. Por eso estoy temblando.

Una expresión de hambre y adoración absoluta lle...