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Capítulo 8: La flor de la lucha libre

Los dos bajitos que estaban en la entrada de la mansión, con la boca abierta en una forma antigua, ambos con los brazos en jarra, miraban fijamente a los dos.

Regan sostuvo la mano aterrorizada de Diana y la condujo hacia ellos —Polo y Pogo, bien, no me dejaron ni tocar la puerta antes de abrir— di...