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A la defensiva

Finalmente, logramos llegar a la sede donde las sorpresas no parecen detenerse: encuentro a X sentado en mi silla de la oficina, tranquilamente. Molesta, me acerco y lanzo mi bolso sobre la mesa, siendo observada por él, quien no parece estar lo más mínimo preocupado por invadir mi espacio. Me paro ...