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El dilema de la deuda: una casa de secretos

Regreso a la agencia inmobiliaria, devuelvo las llaves del coche de Rúbia y luego camino hacia la oficina de Suarez. Abro la puerta y él está al teléfono, charlando animadamente. Coloco mis manos sobre su escritorio y hablo:

—Pasa este cliente a las otras chicas. No puedo atenderlo.

—Dália, te dij...