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Ser mandona, ¿no?

—¡Annie! —gritó Larry mientras se levantaba rápidamente de su silla y corría hacia ella.

Se agachó a su lado y la sacudió vigorosamente.

—¡Annie!, ¡Annie!, ¡Annie! —gritó su nombre, pero no hubo respuesta.

¿Qué demonios?.

Sus ojos estaban firmemente cerrados.

Su temperatura corporal estaba calient...