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34. Una madre no se cansa de esperar.

Enseguida se sirvieron la cena. Ariadna trataba de mantener la calma, pero su corazón atormentado no le dejaba en paz, las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, tomó una servilleta y se las limpiaba tratando que Nick no se diera cuenta, pero eso fue imposible.

—¿Qué pasa, amor? —Ariadna reti...