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52. ¡NO PUEDES SER SU ESPOSA!

— Hola, Señorita Alonso, me alegro de que haya regresado bien de su viaje.

— Por supuesto, vine a buscar a mi esposa, la Sra. Edwards— y el apuesto hombre rubio, parado en sus 1.92 cm, con un impecable traje hecho a la medida azul marino, que resaltaba sus hermosos ojos grises, miraba fijo a una de...