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31. BIENVENIDO A LA LIBERTAD

Ese día más tarde, Eva salió como de costumbre, con Henry sentado en la silla, bien tapado con una manta y su gran sombrero que no le dejaba ver la cara.

Nadie sospechó de ellos, siempre salían igual y a la misma hora.

Los dueños no estaban en la casa y los sirvientes no tenían tiempo siquiera de ...