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El problema, Arya

Arya está emocionada en la ceremonia de premios de la universidad, los IG Nobel. Todo parecía ir de lo mejor. El premio en el área de psicología iba a ser nombrando cuando una llamada en su móvil interrumpe sus cavilaciones sobre el futuro ganador.

—Diga —responde al descolgar la llamada.

—¿Es usted Arya Harley? —pregunta una voz femenina del otro lado de la línea.

—Así es

—Su madre, Mirella Harley, ha sufrido un percance en el centro comercial. Se ha desmayado y ha sido trasladada a la clínica Carney —explica la mujer con calma.

—¿Está bien? —pregunta sintiendo como el temor le sube por la columna y suda frío.

Su corazón late aceleradamente y tiene miedo por su madre. Es la única persona que la ama incondicionalmente. Es su ancla.

Luego de saber lo básico cuelga para dirigirse a la clínica.

—¡Hey, espera! —pide su mejor amiga cuando ve que se escabulle de entre la multitud para irse.

—¡No puedo, debo irme, mi madre se puso mal! —aclara Arya saliendo del recinto y dejando atrás los tan anhelados premios.

Mientras se traslada a la clínica no puede dejar de pensar en el bienestar de su madre, tiene meses enferma, pero por falta de un buen seguro médico no ha podido atenderse como debería.

Al llegar a la clínica le informan que su madre está delicada, pero estable, eso de alguna manera le tranquiliza. Cuando puede verla entra a la habitación para encontrar que su mamá está dormida descansando.

Hubo un tiempo en el que su familia estaba bien, su padre era un gran protector y proveedor. Su hermano era cariñoso y cuidadoso con las mujeres de su familia y su madre horneaba pizzas todos los sábados en la noche. Extrañaba esos tiempos cuando vivían en Cary, en Carolina del Norte.

Todo era perfecto, hasta que cerraron la compañía de tecnología móvil para la que trabajaba su padre. Lo transfirieron a una de sus sucursales en Boston, pero un accidente en auto mientras estaban de vacaciones, le dañó la vista y no pudo seguir trabajando más.

Cayendo así en los excesos. La bancarrota pronto llegó y tuvieron que mudarse de barrio, llegando así a su actual residencia. Su hermano comenzó a juntarse con malas compañías y su padre a desaparecer. Tenían ya siete años viviendo en condiciones deplorables. La salud de su madre iba cada vez en decadencia y la depresión por lo vivido no le permitía ni siquiera salir a trabajar.

Arya se sentía al borde del colapso y a veces pensaba que lo mejor sería llevarse a su madre y desaparecer del todo. Total, a su padre y hermano, ellas no les importaban.

Esperando que su madre despierte, vuelve a leer el correo de hace unos días.  Había sido aceptada como alumna de intercambio en su último año. Debía irse al extranjero, concretamente a Alemania. Eso la tenía feliz y a su vez preocupada, no quería dejar sola a su madre.

Imaginaba su vida en Alemania, alejada de sus problemas familiares y conociendo gente nueva. Además de la experiencia de aprender de la medicina alemana que dicen es muy sofisticada.

—¿Cómo haré para pagar el semestre? —pregunta a nadie en específico mirando por la ventana del hospital.

Toda su vida había querido ingresar a esa universidad y ahora que por fin ha logrado su sueño, parece que la vida se ha empeñado en arrebatárselo.

—¿Señorita Harley? —pregunta un médico al entrar a la habitación. Arya solo asiente y se acerca a él quien la guía de camino al pasillo. Quizás para que su madre no escuche.

—¿Está algún otro familiar con usted?

—No, solo estamos mi madre y yo. ¿Me va a decir que ha pasado? —inquiera ella echando un vistazo rápido a su madre.

—Ella tuvo un paro cardiaco, está muy débil y necesita una cirugía.

Arya siente cómo su mundo completo se derrumba.

El médico comienza a hablar y explicar lo que puede pasar, ella como estudiante de medicina está al tanto de los términos que le dicen y está consciente de los pros y los contras.

Arya tenía cientos de preguntas, primeramente, sobre la salud de su madre y luego el costo de todos los procedimientos que le hacen. Es imposible que ella pueda cubrir esa totalidad. No gana lo suficiente limpiando casas y además está lo de la universidad y lo del intercambio al extranjero.

«Dios, tendré que dejar la escuela» piensa para sí.

—Espere, ¿Cuánto saldrá aproximadamente todo esto?

El médico la observa detenidamente antes de responder.

—No sé si tengas seguro, en caso de no tenerlo, esto te saldrá una buena fortuna —dice sin tapujos.

—¿Cuánto? —inquiere Arya de nuevo.

—Eso te lo dirán después.

—¡Por favor, necesito saberlo! —suplica la joven de cabello desteñido y alborotado.

—Al menos cincuenta mil dólares, pues como comenté quizás necesite cirugía si empeora. De no ser así, te puede salir unos cuantos miles de dólares —suelta en voz baja para luego marcharse definitivamente.

Arya camina hasta la silla más cercana y se tumba en ella.  Llama a su amiga, quien ya anteriormente le había contado sobre cómo su prima se había ganado una fortuna haciendo nada.

«Quizás lo que ella hizo me sirva de alguna manera» piensa mientras manda mensaje a Eleanor.

No tiene opciones, sería lo que fuera que hizo la prima desconocida de su amiga, o prostituirse por un largo periodo y, aun así, ¿quién querría tener sexo con una mujer desaliñada, delgada y sin ningún aspecto físico sobresaliente más allá de las pecas debajo de sus ojos?

Eleanor llega lo más rápido posible, preocupada por su amiga. Arya le relata lo sucedido, así como su supuesto intercambio al extranjero. Llora desconsoladamente, pues se siente triste, sola y devastada. Sabe que debe ser fuerte, pero no sabe cómo serlo.

—¿Me dirías que hizo tu prima para ganar dinero? —pregunta finalmente Arya. —Estoy desesperada, Eleanor —declara en un hilo de voz mientras sorbe.

—¿Qué estarías dispuesta hacer para conseguir el dinero que necesitas? —pregunta con cuidado, lo último que quiere es que su amiga le vea como a una loca.

—Estoy desesperada, a estas alturas haría lo que sea, no tenemos nada de comer —la frustración era casi palpable en cada palabra.

Eleanor toma un respiro y busca las palabras adecuadas para decírselo a su amiga. La mirada de desesperación en ella es la que la convence.

—Mi prima ha ganado su dinero siendo madre sustituta, ha tenido un embarazo subrogado —enfatiza la palabra dinero para que esta sea más atractiva para Arya. Su amiga la observa con incredulidad y hasta con asco ¿cómo cree que ella se prestaría para tal cosa?—. Los padres del bebé le pagaron todo, comida, citas médicas, terapia preparto, viajes, todo, además de esa cantidad. Eso podría asegurarte el último año de escuela.

—Eleanor, estoy en último año, ¿crees que tendría un hijo solo para obtener dinero? Eso es tan descabellado en muchos sentidos.

Arya se pone de pie sintiéndose insultada, cuando dijo «lo que fuera» se refería a cosas legales.

—No sería tuyo… —aclara su amiga desde su lugar, mientras recoge todo—. Solo prestarías tu vientre para que se geste el bebé. El óvulo ya viene fecundado.

—Si sé cuál es el proceso, te recuerdo que estudiamos medicina —dice alzando la voz—. ¿Pero te imaginas el tener que pasar el último año embarazada? Eso es de locos.

—Bueno, yo solo te daba una opción —expone Eleanor poniéndose de pie y caminando junto a su amiga—. Sé qué pasas por momentos difíciles, he visto que no comes y lo delgada que estás sé que tienes problemas en casa y en verdad si yo pudiera sabes que te ayudara más.

—Lo sé y agradezco tu buen corazón, pero algo tengo que poder hacer, lo pensaré y encontraré otra solución —resuelve sin la certeza de que así sea.

Luego de hablar un poco más sobre el tema, Eleanor se vuelve a casa dejando con el tema carcomiendo el pensamiento de Arya. Entonces recuerda su beca, aquella que le daría el pago del semestre, dinero para su madre y su pase al extranjero.

«Quizás con eso me alcance para cubrir los gastos de mamá, lo demás puede esperar, no es el fin del mundo» Piensa para sí mientras sale de la clínica en búsqueda del cajero más cercano.

Solo había dispuesto diez dólares para pagar un medicamento de su madre y el resto estaba guardado. Introduce su clave y entonces se da cuenta.

Siente cómo su corazón sufre un vuelco y las lágrimas caen lentamente mientras ve su cuenta en ceros. Todo cuanto tenía ha sido robado.

—¿Cómo es posible? —pregunta a la nada.

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