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Capítulo dos

La Novia por Contrato

Capítulo 2

Fueron a citas médicas, hablaron con abogados e incluso tomaron una clase de parto.

A Emily le sorprendió lo bien que se llevaban. Ethan era divertido y encantador, y la hacía sentir especial.

Incluso salieron en algunas citas, algo que no estaba requerido en el contrato pero que Ethan insistió en hacer.

Pero justo cuando Emily empezaba a sentirse cómoda en su nueva vida, las cosas tomaron un giro oscuro. Una noche, mientras caminaba de regreso a casa desde la oficina, notó que un coche la seguía. Aceleró el paso, pero el coche seguía acercándose. De repente, alguien la agarró por detrás y sintió un dolor agudo en el cuello.

Lo siguiente que supo Emily fue que estaba tirada en el suelo, aturdida y confundida. Intentó levantarse, pero su cuerpo se sentía pesado y su cabeza latía con fuerza. Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que estaba en un lugar desconocido, una habitación oscura y sucia sin ventanas.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, Emily— dijo una voz desde las sombras.

Emily reconoció la voz de inmediato. Era la de Ethan. Pero era diferente, más fría y amenazante.

—¿Qué está pasando?— preguntó Emily, tratando de mantener la voz firme.

—Lo siento, Emily— dijo Ethan, saliendo de las sombras. —Pero no tuve elección. Verás, tengo enemigos, personas que quieren derribarme, y siempre están buscando formas de hacerme daño. Cuando se me ocurrió la idea del matrimonio por contrato, sabía que era arriesgado, pero pensé que podría controlar la situación. Nunca imaginé que llegaría a esto.

—¿De qué estás hablando?— preguntó Emily.

—Hice un trato con alguien, alguien que tiene mucho poder e influencia— dijo Ethan, con voz baja y seria. —Acordaron dejarme en paz si les daba algo que querían. Y ese algo eras tú, Emily. Querían usarte como palanca contra mí, y no tuve más remedio que aceptar. Lo siento, nunca quise que llegara a esto.

El corazón de Emily se hundió al darse cuenta de la gravedad de la situación. Había sido utilizada como un peón en un juego peligroso, y ahora estaba atrapada sin salida.

—¿Qué vas a hacerme?— preguntó Emily, con la voz temblorosa.

—No lo sé aún— dijo Ethan, con expresión sombría. —Pero te prometo que no dejaré que nadie te haga daño. Estás bajo mi protección ahora.

Emily no estaba segura de si podía confiar en Ethan, pero no tenía otra opción. Estaba a su merced y tenía que esperar que cumpliera su palabra.

Los días se convirtieron en semanas, y Emily perdió la noción del tiempo en la pequeña habitación sin ventanas donde estaba cautiva. Ethan le traía comida y agua, y ocasionalmente la visitaba para hablar, pero ella nunca se sentía segura a su alrededor. Se había vuelto distante y frío, y ella podía ver la culpa y el dolor en sus ojos.

Un día, cuando Ethan vino a visitarla, Emily notó una pequeña llave colgando de su bolsillo. Era la llave de la puerta que la mantenía atrapada.

—Por favor, Ethan, déjame ir— suplicó Emily. —No le diré a nadie, lo prometo. Solo déjame ir y desapareceré. Nunca tendrás que verme de nuevo.

Ethan vaciló, sus ojos brillando con emoción. Emily podía ver la lucha interna que estaba atravesando, dividido entre su lealtad a sus enemigos y sus crecientes sentimientos por ella.

—No puedo, Emily— dijo finalmente Ethan, su voz apenas un susurro. —Lo siento. Pero me aseguraré de que estés a salvo. Haré lo que sea necesario para protegerte.

Emily supo entonces que tenía que tomar el asunto en sus propias manos. Esperó hasta que Ethan se fue y luego buscó en la habitación algo que pudiera usar para escapar. Encontró un clavo oxidado y comenzó a raspar la cerradura, decidida a liberarse.

Le tomó horas, pero finalmente, la cerradura cedió y la puerta se abrió con un chirrido. Emily salió al pasillo, su corazón latiendo con miedo y emoción. No tenía idea de dónde estaba ni cómo salir, pero sabía que tenía que seguir adelante.

Mientras caminaba por el pasillo, escuchó pasos detrás de ella. Se dio la vuelta y vio a Ethan, su rostro torcido de ira y traición.

—Confié en ti, Emily— dijo Ethan, su voz temblando de emoción. —Y me traicionaste. Nunca saldrás de este lugar con vida.

Emily corrió, su corazón latiendo con miedo. No tenía idea de a dónde iba, pero sabía que tenía que encontrar una salida. Giró una esquina y chocó de frente con un hombre alto y musculoso.

—¿A dónde crees que vas?— gruñó el hombre, agarrando a Emily por el brazo.

Emily luchó, pero el hombre era demasiado fuerte. Sintió un pinchazo en el brazo y luego todo se volvió negro.

Cuando Emily despertó, estaba en una habitación diferente, esta más lujosa que la anterior. Estaba acostada en una cama suave y había flores frescas en la mesa de noche.

—Buenos días, Emily— dijo una voz desde la esquina de la habitación.

Emily se incorporó, su cabeza latiendo. Reconoció la voz de inmediato.

—Hola, Ethan— dijo Emily, su voz temblando de ira y miedo. —¿Qué me has hecho?

—Tuve que traerte aquí, Emily— dijo Ethan, su voz llena de arrepentimiento. —No tenía otra opción. Pero te prometo que te mantendré a salvo. No dejaré que nadie te haga daño.

Emily negó con la cabeza, incrédula. No podía creer que Ethan le hubiera hecho esto, que le hubiera mentido, traicionado y luego secuestrado.

—¿Por qué estás haciendo esto?— exigió Emily. —¿Qué quieren de mí?

Ethan vaciló, sus ojos recorriendo la habitación.

—No puedo contarte todo, Emily— dijo finalmente Ethan. —Pero hay personas poderosas que quieren usarte como palanca contra mí. Y no puedo permitir que eso suceda.

Emily miró a Ethan, su mente acelerada. Tenía que encontrar una manera de salir, de escapar de esta pesadilla y volver a su vida.

—Necesito ir a casa, Ethan— dijo Emily con firmeza. —No puedo quedarme aquí. Tengo una familia, un trabajo, una vida. Por favor, déjame ir.

La expresión de Ethan se suavizó, y Emily pudo ver el dolor y la culpa en sus ojos.

—Ojalá pudiera, Emily— dijo Ethan, su voz llena de arrepentimiento. —Pero no puedo arriesgarme. Te prometo que me aseguraré de que estés a salvo. Haré todo lo que esté en mi poder para protegerte.

Emily supo entonces que tenía que tomar el asunto en sus propias manos. Esperó hasta que Ethan salió de la habitación y luego buscó algo que pudiera usar para escapar. Encontró un pequeño objeto afilado y comenzó a raspar las cuerdas que ataban sus manos.

Le tomó horas, pero finalmente, las cuerdas cedieron y Emily se levantó, su corazón latiendo con miedo y emoción. Caminó hacia la ventana y miró afuera, esperando ver una salida.

Pero todo lo que vio fue una vasta y extensa ciudad, sin una ruta de escape visible. Estaba atrapada, en una prisión lujosa, sin salida.

De repente, la puerta se abrió de golpe y dos hombres grandes entraron en la habitación, sus rostros serios y decididos.

—Ven con nosotros, Emily— gruñó uno de los hombres. —Tenemos órdenes de llevarte a un lugar seguro.

Emily sabía que no tenía otra opción. Tenía que confiar en estos hombres, quienesquiera que fueran, y esperar que la ayudaran a escapar de esta pesadilla.

Mientras los seguía fuera de la habitación, escuchó la voz de Ethan a lo lejos, llamándola por su nombre.

—¡Emily!— gritó Ethan. —¡No te vayas! ¡Puedo explicarlo todo!

Pero Emily no se detuvo. Siguió caminando, decidida a escapar de esta red de mentiras, engaños y traición. No tenía idea de a dónde iba ni quiénes eran estos hombres, pero sabía que tenía que seguir moviéndose, seguir luchando, mantenerse viva.

Los hombres la llevaron a través de un laberinto de pasillos, cada uno igual al anterior. Emily no tenía idea de a dónde la llevaban ni qué planeaban para ella. Su corazón latía con fuerza y su mente estaba llena de pensamientos de escape y supervivencia.

De repente, se detuvieron frente a una gran puerta de metal. Uno de los hombres introdujo un código y la puerta se abrió con un siseo. Emily fue conducida adentro y la puerta se cerró detrás de ella.

La habitación estaba tenuemente iluminada, con una sola silla en el centro. Emily dudó por un momento, luego caminó y se sentó. Sabía que estaba en manos de personas peligrosas y tenía que ser cuidadosa.

De repente, la puerta se abrió de nuevo y un hombre entró. Era alto, con hombros anchos y ojos azules penetrantes. Caminó hacia Emily y la miró por un momento, su expresión indescifrable.

—¿Quién eres?— exigió Emily, su voz temblando ligeramente.

El hombre ignoró su pregunta y en su lugar preguntó —¿Sabes por qué estás aquí, Emily?

Emily negó con la cabeza, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

—Estás aquí por Ethan— dijo el hombre. —Está involucrado en algo grande, algo peligroso. Y necesitamos tu ayuda para derribarlo.

Emily miró al hombre, su mente acelerada. No sabía en qué creer ya. Ethan siempre había sido amable con ella, cariñoso y considerado. No podía creer que estuviera involucrado en algo peligroso o ilegal.

—¿Qué quieren de mí?— preguntó Emily.

—Queremos que nos ayudes a derribar a Ethan— dijo el hombre. —Eres la clave de nuestro plan. Sin ti, no podemos llegar a él.

Emily no sabía qué hacer. Estaba asustada y confundida. No quería estar involucrada en nada de esto. Todo lo que quería era ir a casa y olvidar todo lo que había pasado.

El hombre pareció percibir su miedo y se inclinó más cerca. —Podemos protegerte, Emily— dijo. —Podemos mantenerte a salvo. Pero tienes que ayudarnos.

Emily dudó por un momento, luego asintió. No tenía otra opción. Tenía que hacer lo que fuera necesario para mantenerse viva.

El hombre sonrió, luego se levantó y caminó hacia la puerta. —Bien— dijo. —Comenzaremos a entrenarte mañana. Descansa un poco.

Emily observó cómo la puerta se cerraba detrás de él, su mente acelerada. No tenía idea de a qué acababa de acceder, pero sabía que iba a ser peligroso. Tenía que mantenerse fuerte y enfocada si quería sobrevivir.

Los siguientes días fueron un torbellino de entrenamiento y preparación. Emily aprendió a pelear, a usar un arma y a mezclarse con la multitud. Nunca había estado tan asustada ni tan enfocada en su vida. No sabía qué iba a pasar, pero sabía que tenía que estar lista para cualquier cosa.

Un día, mientras Emily caminaba por el pasillo, vio a Ethan. Se veía diferente, cansado y asustado. Emily corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.

—Ethan, ¿qué está pasando?— susurró.

—Lo siento, Emily— dijo Ethan, con lágrimas en los ojos. —Nunca quise que nada de esto sucediera. Lo arreglaré, lo prometo.

Emily no sabía qué decir. Estaba confundida y asustada, y ya no sabía en quién confiar.

De repente, la puerta se abrió de golpe y el hombre de antes entró.

—Es hora de irnos, Emily— dijo.

Emily miró a Ethan, luego al hombre. No sabía qué hacer, pero sabía que tenía que mantenerse fuerte.

Mientras salían de la habitación, Emily podía escuchar la voz de Ethan detrás de ella, gritando y suplicando que la dejaran ir. Pero sabía que ya era demasiado tarde. Ya estaba demasiado involucrada.

El hombre la llevó a un pequeño avión y despegaron hacia el cielo. El corazón de Emily latía con fuerza mientras miraba por la ventana. No tenía idea de a dónde iban ni qué iba a pasar después.

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