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Un santuario

Petra, con su porte característico de arrogancia, mira a Adelaide de pies a cabeza con una sonrisa en el rostro.

—Ya se le está haciendo costumbre atender a las amantes de su esposo. Tal parece que usted no le parece para nada atractiva, por eso prefiere tener a otras —Le dice a Adelaide al oído.

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