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Un hombre no debe llorar

—¡Están vivos, señor Benedict! —Los gritos de uno de los guardias rompe el doloroso silencio de lo que antes era un salón de fiestas, pero que ahora solo son los restos de un campo de batalla—. ¡El señor Egil y la señora siguen vivos!

Benedict se levanta inmediatamente y, a pesar del dolor que sien...