Read with BonusRead with Bonus

Nalgadas lujuriosas

Entonces sus dedos estaban contra mí, explorando tiernamente mi entrepierna.

—No solo estás mojada, Amelia, estás empapada.

Mi rostro ardía aún más, pero me rendí a la vergüenza y moví mis caderas para presionarme contra sus dedos.

—Eres una puta. Desesperada porque te toque.

Otro azote arrancó ...