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—Eduardo... —amenacé y él se rió a carcajadas.

—Está bien, no eres viejo... —No mucho. Le sonreí, despeinándole el cabello y caminando. Me acompañó arrastrando la bicicleta. Pablo al lado de Eduardo. —¿Quieres que te compre un helado, papá? Pareces nervioso.

—¿Cuánto tienes ahí?

—Tengo cinco real...