Read with BonusRead with Bonus

07

—Solo porque estĂ¡ claro no significa que me guste.

—¿Por quĂ© no se callaba? ¿Por quĂ© demonios querĂ­a que siguiera hablando solo para escuchar su voz? ¡Dios, quĂ© estĂºpida soy!

—No tienes que gustarte, tienes que obedecer.

—¿Desde cuĂ¡ndo te volviste tan autoritario?

—No soy autoritario.

—¿No? Solo si es para ti...

—Nadie te estĂ¡ obligando a quedarte cerca de mĂ­, señora dictadora.

—Cierto. Tal vez exagerĂ© un poco... O mucho. De todos modos, tenĂ­a derecho. ¡Mira por lo que estaba pasando!

—Vaya, tu exageraciĂ³n me encanta.

—CĂ¡llate. —Nos quedamos en silencio. Lo mirĂ© de reojo, Ă©l seguĂ­a mirĂ¡ndome. Su cabello castaño claro, casi caramelo, contrastaba con sus ojos, tenĂ­a algunos mechones rubios dispersos por el sol y se movĂ­an con el viento. Sus ojos marrones tomaban un tono dorado quemado, lo cual sucedĂ­a cuando estaba preocupado, eso tampoco habĂ­a cambiado.

—Mira, hagĂ¡moslo a tu manera. Solo no quiero que las cosas, no sĂ©, se pongan incĂ³modas entre nosotros.

—¿Es eso posible? —Me atragantĂ© con una mueca. —¿Es posible que esta situaciĂ³n no sea extraña?

—Al menos intentémoslo.

—¿Intentar quĂ©?

—Nos llevĂ¡bamos bien.

—De ninguna manera. Definitivamente no. Paso de esta. No seré tu amiga.

—¿Por quĂ©? No finjamos que no nos conocemos, no quiero eso. Es infantil. Eres una chica agradable y quiero enmendar todo. No es que haga alguna diferencia, pero... Mira, vamos a la cafeterĂ­a, comemos algo, hablamos...

—No es posible, Igor. —NeguĂ© con la cabeza, suspirando. Mis manos terminaron en mi cabello, cerrĂ© los ojos. Dejando que las palabras se escaparan, como siempre hago. —Si estoy hablando contigo ahora es por mi hermana. No puedo fingir ser tu amiguita. No olvidĂ© todo, ¿sabes? No te preocupes por lo que mi hermana pensarĂ¡ si me alejo de su novio, bueno... Ya entiendes. Ella ya estĂ¡ acostumbrada a mi naturaleza poco amigable.

AbrĂ­ los ojos, luego mirĂ© hacia otro lado. Me levantĂ©, sintiendo la atmĂ³sfera cargada. El viento mĂ¡s fuerte que antes. ¿CuĂ¡nto tiempo llevĂ¡bamos en este banco? EmpecĂ© a caminar, apenas sintiendo mis pies, pero con el peso del mundo sobre mis hombros.

—¿TĂ­mida?

—¿QuĂ© es ahora? —dije en voz alta, irritada por su voz. Ofendida por su presencia. Indignada por mis acciones, porque me detuve. Lo mirĂ© con acidez, Ă©l parecĂ­a inmune a mi peor mirada. TenĂ­a arrepentimiento en sus ojos e imaginĂ© cuĂ¡nto debĂ­a pesarle eso. Yo era una molestia. Para todos, quisieran o no.

—¿Tengo alguna posibilidad de que me pidas disculpas? No importa cuĂ¡n remota sea.

—Yo...

—Por favor. —Mi voz se quebrĂ³, todo girĂ³ rĂ¡pidamente, fuera de Ă³rbita y se detuvo. Por favor, habĂ­a dicho antes. Por favor, habĂ­a pedido cuando mi corazĂ³n estaba roto, uno de mis clichĂ©s mĂ¡s odiados. Por favor, eso es lo que pedĂ­ cuando cerrĂ© los ojos. Un poco mĂ¡s de sueño, por favor. Un sueño dulce, por favor, con aire del pasado. TambiĂ©n querĂ­a, por amabilidad, por deseo y necesidad, poder mirarlo y no sentir rabia. Arrancar la amargura de mi pecho, pero algo rascaba los bordes de mi corazĂ³n, el orgullo gritaba en mi cabeza. No lo superĂ©.

—No se puede. Soy incapaz. —ArrastrĂ© las palabras, marcĂ¡ndolas cansadamente en mi lengua con un sabor extraño y polvoriento. BebĂ­ de orgullo y rencor. Le di la espalda, mis ojos llenos de lĂ¡grimas, mi garganta hinchada. Lo dejĂ© atrĂ¡s. Otra vez... CaminĂ© sin rumbo por la playa, deteniĂ©ndome en un lugar donde el viento golpeaba mi rostro con fuerza. Vi las nubes oscurecerse y la lluvia llegĂ³ suavemente, las nubes oscuras tomando rĂ¡pidamente el cielo. TratĂ© de pensar que era de noche, que mirarĂ­a hacia arriba y verĂ­a un camino de estrellas y que no dolerĂ­a. No dolerĂ­a porque sabĂ­a que era una noche falsa, al igual que las estrellas. No me decepcionarĂ­a, porque no esperaba nada. Como no esperaba que Igor me lastimara algĂºn dĂ­a... El mar se agitĂ³ y sentĂ­ algo dentro de mĂ­ estremecerse. Me abracĂ© antes del viento frĂ­o. Me sentĂ© en la arena, mirando el mar. La emociĂ³n, los surfistas corriendo emocionados hacia el mar ante la menciĂ³n de posibles grandes olas. Algunas chicas en la playa riendo y saludando a sus novios mĂ¡s valientes. Madres alejando a sus hijos del mar y algunas lamentando la tormenta que se acercaba arruinando su tarde de sĂ¡bado. Me dejĂ© estar allĂ­, con el cuello dolorido, el pecho extendido frente a mi noche falsa. Solo recordando...

Previous ChapterNext Chapter