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—Por supuesto que quiero que seas feliz —dijo de una manera que parecía tremendamente obvia.

—Entonces, ¿por qué no me dejas en paz?

—Quizás por la misma razón por la que huyes de mí —puse los ojos en blanco, no me gustaba la dirección de la conversación. Estuvimos en silencio por un segundo, hast...