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—¡Me rindo contigo! ¡Me rindo!

—¡No te rindas! —Se acostó a mi lado. Solo los brazos rozándose. Estaba en silencio y podía ver su cabeza inclinándose hacia mí. Me reí suavemente de su mueca. Empecé a ponerme nerviosa.

El día perfecto se estaba volviendo extraño. Comentó ligeramente, aún mirándome....