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Capítulo noventa y siete

El sol de la mañana se alzaba sobre las ruinas de nuestra manada, proyectando largos rayos dorados sobre la destrucción. El humo aún se elevaba perezosamente de los restos carbonizados de las casas, y el olor a madera quemada y muerte persistía en el aire. El pueblo, que alguna vez fue próspero, aho...