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Capítulo noventa y seis

El campo de batalla estaba inquietantemente silencioso. El olor a madera quemada, sangre y muerte impregnaba el aire, sofocante en su intensidad. Me encontraba en medio de lo que quedaba de nuestra manada, mi pelaje cubierto de sangre negra. Parte de ella pertenecía a los Umbrakins, parte de ella—no...