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Capítulo ochenta y nueve

El aire en el campo de entrenamiento aún llevaba el peso de la batalla de ayer. Podía sentirlo—una tensión persistente, del tipo que se arrastra bajo tu piel y se niega a irse. Mi cuerpo dolía por los ejercicios matutinos, pero el dolor no era nada comparado con la inquietud que se retorcía en mi es...