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Capítulo ochenta y dos

La mañana estaba fresca, el aire frío contra mi piel mientras estábamos en el campo de entrenamiento, esperando las instrucciones de Eira. La tierra húmeda bajo nosotros se aferraba a la niebla que se desvanecía, y las piedras talladas con runas que rodeaban el claro pulsaban débilmente con magia. E...