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Capítulo setenta y uno

El momento en que volvimos a la cámara, lo primero que hice fue mirar hacia abajo, inspeccionando mis brazos y piernas. Sin cortes, sin moretones, nada. El dolor que sentí cuando esa lanza me rozó, los impactos que sacudían los huesos de los Hijos del Eclipse—todo había desaparecido, como si nunca h...