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Capítulo sesenta y ocho

El resto del día pasó en un borrón improductivo. Me quedé en mi habitación, acurrucada en el santuario tranquilo que me proporcionaba. Los eventos del picnic rondaban en el borde de mis pensamientos—las risas, las bromas, la visión. Quería hablar con Eira sobre ello, pero algo me detenía, como si po...