Read with BonusRead with Bonus

Capítulo sesenta y cinco

Cuando la Comandante Lynne finalmente me liberó de mi castigo, no perdí tiempo. Mis piernas dolían, mis hombros gritaban, y mi orgullo—aunque golpeado—seguía intacto. Ignorando las miradas persistentes y las conversaciones murmuradas de los espectadores, me dirigí directamente a mi habitación. No po...