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Capítulo cuarenta y tres

El calor del abrazo de Elijah me había anclado a través de lo que parecían olas interminables de dolor. Mi cuerpo temblaba de agotamiento, mi rostro enterrado en su pecho mientras las lágrimas seguían fluyendo. Pero eventualmente, la tormenta comenzó a amainar, dejándome sin aliento y agotada.

Me m...