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Capítulo treinta y tres

La hoguera rugía en el centro del claro, las llamas lamían el cielo nocturno y proyectaban sombras titilantes sobre los rostros de la manada. Los tambores comenzaron, bajos y constantes al principio, vibrando a través del suelo y subiendo por mis piernas. A mi alrededor, todos se movían en un amplio...