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Capítulo treinta y dos

El día había llegado, brillante y fresco, con el aire vibrando de anticipación. Mariah prácticamente me había metido el vestido en las manos esa mañana, sus ojos brillando de emoción. Era de un suave color plateado, fluido y sencillo, pero de alguna manera elegante. La forma en que se ajustaba a mi ...