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Capítulo treinta y uno

La casa de la manada estaba llena de actividad mientras nos preparábamos para el Día de la Redención Lunar. Mariah me tenía colgando cintas, arreglando centros de mesa y colocando luces hasta que mis dedos estaban adoloridos. Se sentía extrañamente normal, casi doméstico, y no podía evitar disfrutar...