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Capítulo ciento sesenta y tres

El cuarto estaba en silencio, el único sonido era el pitido rítmico del equipo médico a mi lado. Mi cuerpo dolía, mis extremidades se sentían como plomo, pero el dolor no era nada comparado con el peso que me oprimía el pecho.

Veinte días.

Había estado inconsciente durante veinte días.

La realida...