Read with BonusRead with Bonus

Capítulo ciento sesenta

Mariah se recostó en el sofá, cruzando los brazos, con una sonrisa juguetona en los labios.

—Bueno, niña, tengo que decirte—si nada de eso fuera cierto, diría que oficialmente has perdido la cabeza.

Parpadeé, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—Entonces... ¿estás diciendo que es verd...