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Capítulo ciento cincuenta y nueve

Calor.

Fue lo primero que sentí al moverme. Un calor suave y reconfortante me envolvía. Un calor suave y familiar, del tipo que se filtraba en mi piel y hacía que mis músculos se relajaran instintivamente. No se parecía en nada al dolor que recordaba—la aguda agonía de los huesos rompiéndose, la in...