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Capítulo ciento cincuenta y siete

El momento en que entramos en la biblioteca, el familiar aroma a pergamino viejo y madera quemada llenó mis sentidos. Alex, usando sus llamas lunares como fuente de luz, proyectaba largas sombras parpadeantes contra las imponentes estanterías, haciendo que el espacio se sintiera más pequeño de lo qu...