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Capítulo ciento cuarenta y tres

El peso de todo lo que había sucedido se asentaba pesadamente en mi pecho mientras nos acomodábamos en nuestro refugio improvisado. No era gran cosa—solo una alcoba oculta bajo las raíces de un árbol antiguo, cubierta por enredaderas espesas y crecidas. El aire estaba húmedo, el olor a tierra y musg...