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Ciento treinta y siete

La noche afuera estaba quieta, casi de manera antinatural, como si todo el bosque hubiera decidido contener la respiración. No podía encontrar la manera de relajarme, y cada sonido afuera me hacía estremecer. Un búho ululó a lo lejos, su llamada lúgubre me provocó un escalofrío. Miré a mis compañero...