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Capítulo ciento treinta y seis

La tienda se llenó de un pesado silencio después de que los ancianos se marcharon, sus rostros sombríos aún persistían en mi mente. Me senté con las piernas cruzadas en el suelo áspero, tratando de procesar todo lo que acabábamos de aprender.

Pasaron unos momentos de silencio antes de que Alex carr...