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Capítulo ciento dieciocho

La voz de la mujer era calmada, casi indiferente, mientras se alejaba de nosotros.

—Deberíamos irnos.

Comenzó a caminar, su capa oscura se balanceaba con cada paso, dejando claro que esperaba que la siguiéramos. Pero Elijah se mantuvo firme, su voz afilada con sospecha.

—¿Por qué demonios te segu...