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Capítulo ciento diecisiete

El momento en que las figuras encapuchadas emergieron de las sombras, el aire se espesó con energía oscura. Mi lobo se erizó bajo mi piel, cada instinto gritaba peligro. Los Hijos del Eclipse nos habían encontrado.

—Vaya, vaya —dijo uno de ellos, avanzando. Su voz se deslizó por el aire como veneno...