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Capítulo ciento quince

El sol de la mañana brillaba sobre la superficie vidriosa del Lago Azul mientras regresábamos, el aire fresco de la montaña mordía mi piel. El mundo se sentía inquietantemente quieto, como si estuviera esperando que algo sucediera. Apreté el papel en mis manos, mis dedos trazando las palabras del úl...