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Capítulo ciento cinco

Después de salir de las cuevas, condujimos de regreso al pueblo, las carreteras sinuosas hacían nuestro descenso lento y cuidadoso. Cuanto más nos alejábamos de la montaña, más se veía el pueblo, su encanto rústico resaltado por los tonos dorados del atardecer. El cálido resplandor bañaba los edific...